Thursday, April 15, 2010

Contrabando de Miradas. A Taste of the Caribbean







Se puede
ser turista y mirar sin mirar, seleccionar lo que uno quiere ver, lo exótico, lo”caribeño”, el bronceado de un sol que no es el nuestro. O se puede elegir ser observador, un observador que en silencio se come a prisa hasta donde alcanzan a ver los ojos y notar el espejismo que ofrece las empresas turísticas y si se quiere, mirar más allá y ver como este imaginario va transformando la vida de quienes han vivido toda o gran parte de su vida en estas zonas caribeñas, exóticas, turísticas.

Las comunidades que visitamos en Quintana Roo, a saber, Bacalar, Mahahual e Xcalak estaban conformadas en su mayoría por gente nacida ahí, pescadores que migraron en su juventud a la zona, instancias gubernamentales y religiosas. De las tres, Bacalar parece ser la única que conserva su composición espacial de índole colonial española, en la plaza principal se ubica el palacio de gobierno, en frente a este el fuerte de San Felipe y a un costado la escuela “Cecilio Chi”, sin embargo, la Iglesia no se encuentra en el espacio público principal, sino a dos calles oculta tras una barda cuya entrada no coincide con la puerta principal del recinto. En cuanto a la religión en esta zona la mayoritaria es la católica y en ocasiones se puede encontrar un templo protestante.

En Mahahual pudimos observar la explotación indiscriminada del espacio y los recursos en pro del “Ecoturismo”, lo que ha ocasionado la casi "extinción" de su población original, los pocos que aun se resisten a irse viven en casas de madera y techos de lamina. La composición social de este puerto ve una transformación: turismo nacional, internacional de la mano con los inversionistas extranjeros, como los italianos, los han construido sus hoteles a cada lado de las pequeñas vivienda; por ejemplo la de don Víctor, pescador en su juventud, ahora renta su pedacito de tierra al turista que quiera acampar en ella y a las masajistas (20 dólares el masaje) del cual cobra una comisión. “Para qué irme de mojado, si aquí puedo ganarme mis dólares” nos comentó.



A pesar de ser parte del proyecto Costa Maya, los pobladores de esta zona no se ven beneficiados directamente. Por ejemplo en Bacalar, “Pueblo Mágico” desde el 2007, está viendo la llegada de grupos humanos que vienen de otras partes del interior de país así como del extranjero que llegan para ofrecer productos artesanales al turista.
Las tres comunidades mantienen nexos con Belice, ya sea por la religión, como el caso del santo patrono de Bacalar San Joaquín, así como por vínculos filiales y de comercio, principalmente con la Isla de San Pedro que se encuentra a dos horas aproximadamente en lancha.

Por su parte la sociedad Beliceña de la costa se compone por Garífunas, asentados principalmente en Hopkins, mestizos, gente de Guatemala, Salvador, y en las últimas décadas, a partir de la independencia del país en 1981 también chinos y gente de la India. La composición del espacio difiere a la que se encontró en México, aquí no se encuentra una plaza principal en donde recidan los poderes, el estado queda representado por una estación de policía. Existe una diversidad más amplia en cuanto religiones siendo algunas la católica, la adventista, mormona, metodista, y al igual que en Quintana Roo, asentamientos menonitas, entre otras. En las seis comunidades la educación llega al nivel básico, recayendo, en Belice, en manos de las diversas agrupaciones religiosas, quienes reciben un incentivo del gobierno. En caso de que la familia pueda pagarlo pueden mandar a los hijos a las capitales para que continuen con sus estudios. En esta zona pudimos observar que por lo general se trata de asentamientos humanos cuyas familias son extensas, siendo el núcleo la figura de la mujer quien tiene a su cargo la educación y el cuidado de los hijos, que por lo general ascienden a más de tres por familia y casi siempre las mujeres tienen hijos a edades tempranas.
La vida de los habitantes de las seis comunidades se va transformando, unas más vertiginosamente que las otras, con la presencia del turismo y los inversionistas extranjeros, pues hacen de su principal medio de subsistencia los empleos que estos les ofrecen en sus negocios y la "identidad" que pueden venderle al turista. La importancia del turismo resalta en el espacio ya que en su geografía van apareciendo complejos turísticos como los hoteles, bares y restaurantes, infraestructura para servir al turista, como es el caso del Aeropuerto “Maya Island Air” en Placencia que se ubica en el centro de la población. Sin embargo se deja de lado aspectos importantes para el desarrollo de las comunidades, como proporcionar una educación y servicio médico de calidad. Tal descuido ocasiona que prácticamente su economía recaiga en los empleos que ofertan para ellos los hoteleros y el subempleo dirigido al turista.

Dado que el censo del 2008 (Haz click aquí) marca un crecimiento lento de población manteniendo un promedio de crecimiento desde los últimos tres años en 2.30% con una elevada mortandad. Queda una cuestión que no pudimos resolver: puesto que en los cementerios son escasas las lapidas y en cada familia hay un mínimo de tres hijos por pareja, queda contrastar las gráficas con la realidad y resolver ¿Cuáles son las principales causas que ocasionan la elevada mortandad y a qué edad son más frecuentes los decesos? En cuanto a la distribución poblacional, llevada de la mano con el turismo, pudimos observar en la gastronomía un hecho cultural relevante. Esta se caracteriza por estar hecha principalmente a base de pescado, frutas, principalmente el plátano y el coco. Si se toma en cuenta la gastronomía tradicional de esas zonas, sin embargo, con la introducción del turismo y el constante crecimiento de las ciudades ha influido de manera notable en la política y cultura de los habitantes de estas zonas. En este orden de ideas se entiende que las distintas manifestaciones culturales de estas zonas han sufrido variaciones con el paso de los años. Así en las diferentes poblaciones la economía, el arte, la gastronomía han tenido varias transformaciones con el paso de los años.
La gastronomía como parte importante de la cultura, ha sido influenciada por otro tipo de platillos, y es importante señalar la comercialización de estos platillos y la entrada de empresarios extranjeros, con la intención de invertir en estas regiones. A continuación se comentarán algunos aspectos relacionados con la gastronomía de los distintos lugares que fueron visitados.

Bacalar: durante el recorrido se observaron distintos establecimientos que ofrecían comida yucateca, esto debido a su cercanía con la región. También existen restaurantes que servían pescados y mariscos, e incluso un restaurante vegetariano. Generalmente estos lugares están al servicio del turismo nacional y extranjero.

Xcalak: es importante señalar que los habitantes de esta zona costera están dedicados a la pesca, por ello hay gran variedad de platillos hechos a base de pescado y mariscos. También existen algunos restaurantes que están a disposición del turismo e incluso algunas casas particulares. Cabe destacar que los precios de estos platillos son elevados.

Mahahual: a diferencia de los lugares visitados con anterioridad, en esta zona se aprecian numerosos lugares donde se consumen desde pescados y comida local hasta platillos internacionales como pizzas, pastas, hamburguesas, entre otros. Los precios son un poco elevados (desde $80 por platillo)

Hopkins: al llegar nos percatamos de la gran variedad de comercios propiedad de inmigrantes chinos. Existen diversas casas que al mismo tiempo eran establecimientos para comer. En ellos se ofrecían desde desayunos hasta comida tradicional beliceña como rice and beans con pollo, o gibnut (especie de rata endémica). Platillos hechos a base de pescados y mariscos. También se ofrecen platillos ligeros como empanadas de pescado entomatado y pan de plátano, acompañados con bebidas de frutas y la tradicional cerveza Belikin.

Placencia: diversos restaurantes, de comida china, comida tradicional beliceña. También existen puestos callejeros de fast food, que ofrecían guisos a base de pollo, res o puerco. Los precios eran más bajos que en Dangriga y Hopkins.

Dangriga: se acostumbra el pescado guisado de diversas maneras. Pero encontramos diversos sitios que vendían tamales, tacos que eran una variedad del ya conocido burrito. Y encontramos sitios en los que se ofrecían platillos mexicanos, como los panuchos. Los precios eran similares a los de Hopkins. Es importante destacar la presencia de inmigrantes chinos en la región.

Así como la comida, nuestro interés viajó por otro tipo de representaciones culturales como la música, el arte y las áreas de representación de estos, como museos o la calle. Con el interés de conocer el arte y las producciones artísticas contemporáneas. Intentamos encontrar en los lugares visitados centros artísticos que pudieran mostrarnos qué es lo que actualmente se está produciendo, siempre tomando en cuenta la importancia del turismo en dichos lugares, de manera que teníamos la intención de averiguar si había un arte o artesanía destinado al turismo, cuáles eran, y en qué medida el turismo influía en la producción artística.
Bajo este interés encontramos datos interesantes. En Quintana Roo únicamente en Bacalar hallamos proyectos culturales de música y pintura. Bajo la dirección del prof. José Montalvo, coordinador del fuerte de Bacalar, varios grupos de niños y adolecentes tomaban clases de pintura con la intención de representar un primer acercamiento para experimentar con el color. José Montalvo es el maestro de pintura, de formación autodidacta, con influencias de pintores tales como el “Bacalao” que también es de Quintana Roo. También encontramos otros espacios donde se fomentaba el arte, como la casa de la cultura, la casa del escritor, etc. El estilo del grupo de pintores en Bacalar es principalmente surrealista o abstracto. Un dato interesante es que existe una comunicación e influencia artística entre los pintores de Bacalar y los de Belice.
En Xcalak y Mahahual pudimos observar que la creación se encuentra enfocada a la artesanía con un fin comercial. La producción artesanal que se vendía estaba elaborada en base a materiales de madera y conchas, y eran producidas localmente, sin embargo, al caminar por el malecón de Mahahual también encontramos un sinfín de artesanías provenientes de Guatemala, Chiapas, Yucatán, sombrillas chinas, y algunos trajes “tradicionales” que eran un hibrido de varias prendas de diversos estados de México.

Al cruzar la frontera y entrar a Belice se nos dificultó un poco el trabajo. Los pueblos beliceños no tienen una estructura colonial tradicional española, es decir con un centro, una catedral o iglesia, etcétera, por lo que los museos o talleres no eran tan usuales como en México, en el sentido de destinar un espacio específico donde se encuentre únicamente el arte. No obstante Dangriga posee un museo Garífuna, asísmismo, encontramos el famoso taller de Austin donde se producen tambores y cerca de Hopkins hallamos una ex-plantación llamada Serpon Sugar Mill.
Si bien, tanto en Hopkins como en Placencia y Dangriga encontramos casas de artesanías, o negocios que exponían sus pinturas enfocadas al turismo. Comparando un poco la pintura que se producía en Quintana Roo y Belice nos dimos cuenta que en el primer lugar hay una presencia de la raza negra, blanca e indígena en sus pinturas. En Hopkins la pintura está enfocada principalmente a paisajes beliceños y algunas pinturas representadas por negros sin rostro, mientras en Placencia lo que se vendía en los lienzos era únicamente el paisaje, animales y vegetación sin ningún tipo de presencia humana, lo que resulta interesante ya que Hopkins es una sociedad formada principalmente por raza negra y que Placencia está vendiendo gran parte de sus territorios a turistas o inversionistas. Todo esto nos hizo pensar que resulta más cómodo y atractivo vender únicamente los paisajes sin menciones de razas, y al hacer esto se prefiere promover una cultura afín para el interés de los inversionistas.

Sin embargo observamos que Belice no necesita un museo Garífuna, ni proyectos culturales tal cual para trasmitir el arte y la cultura. Los Garífunas son una cultura viviente que podemos observar en las calles, la gente, la música, en las artesanías propias de la region y en la lengua que es transmitida de generación en generación.

Para finalizar podríamos decir que encontramos en Belice una cultura viva, distinta a la de México, pero en ambos países hay un uso y una relectura del Arte y la historia, que se adapta a los intereses sociales, políticos, económicos etc. Al encontrar una producción más artesanal enfocada al turismo en la mayoría de los lugares visitados, nos hace pensar que finalmente el turismo ocasiona una cultura comercial hibrida y por lo tanto difusa.

En cuanto
a la música y partiendo de Bacalar, encontramos que la proclamación de esta población como "Pueblo Mágico" ha dado paso a una seria inversión por parte de las instituciones gubernamentales en lo concerniente a cultura. Los encargados del centro cultural de Bacalar están satisfechos con esta nueva situación. El grupo musical Ecos del Fuerte, que agrupa adolescentes entre 14 y 16 años es buen ejemplo de ello. En Xcalac y Majahual hay poca presencia de músicos locales, pero el hecho de que se quiera explotar el turismo hasta sus últimas consecuencias, ha llevado a los propietarios de los bares a contratar músicos beliceños, por ejemplo. También hay músicos ambulantes de México DF y algún grupo de cumbia. Aún esto está por explotar y se hace de cara al turista y por ende obedece más a las leyes de oferta y demanda que al interés por mostrar una música que sea patrimonio local. Hallamos una ausencia de una casa de la cultura, o bien de un lugar que aglutine la producción artística local.

Por su parte Belice mula música como patrimonio intangible y de transmisión oral. Los tambores se enseñan de generación a generación, al igual que la danza. También, hay una estrecha relación estrecha entre música y lengua. Los cantos garífuna son a la vez una manera de preservar la lengua y la poesía, últimamente se ha convertido en una buena forme de subsistencia. Los músicos locales han entrado en contacto con productores extranjeros y éstos han ayudado a los músicos a entrar en las esferas de la producción y enfocar su música de cara al futuro.

Esta relación es ambivalente, pero al parecer los músicos no tienen acceso a los costosos estudios de Belize City.

Es interesante a la vez que mucho de los habitantes de la esta zona, se identifican conscientemente con la cultura garífuna y de alguna manera desdeña al Creole por ser proveniente de un linaje de esclavos, esto se refleja en las expresiones musicales y el prestigio de una lengua en detrimento de la otra. En otras palabras, se sienten identificados con la idea de un pueblo guerrero y libre que nunca fue sujeto de sometimiento. Sin embargo, la música que en principio era un elemento que caracterizaba ciertas actividades de la cultura garífuna, por ejemplo la pesca o los rituales religiosos, se ve relegada a un entretenimiento para turistas, que escuchan los tambores garífuna mientras saborean las delicias preparadas por un chef.

En poblaciones como Placencia, hallamos una fuerte presencia de otras músicas y lenguas, fruto de la actividad heterogénea propia de la zona. Es un buen ejemplo el festival que por dos días tomaba las calles del pueblo, donde se podía escuchar reggae o hip-hop.
Al parecer la convivencia es pacífica y gran parte de los pobladores hablan español, garífuna e inglés, por ejemplo.
También es de notar que algunos pobladores han manifestado un malestar en cuanto a la preservación del patrimonio cultural Garinaga. Si bien es cierto que la UNESCO nombra esta cultura como patrimonio intangible de la humanidad hacia el 2001, no se palpan proyectos estatales que involucren a la población de pequeñas poblaciones como es el caso de Hopkins, en aras de conservar dicho patrimonio. El hecho de que poco a poco el garífuna se hable menos y se privilegie el creole o el inglés, a la vez que la música que se escucha, sea el rap, o bien el reggae preocupan, aunque lo cierto es que hay en este empleo de la música una vía de subsistencia a la vez que una preservación del patrimonio, aunque esta manera no sea la idónea.

Dentro de
esta ambivalencia encontrada no solo en estos lugares, sino en muchos otros de los que ya habíamos leído o estudiado encontramos que comparten nexos comunes, al principio de este viaje había un interés sobre como las carreteras y como las ciudades y poblaciones se conectan. Pero que fue obvio que hay un problema más grande en las comunidades del Caribe que nos estaba llamando, y este problema fue la condición de las comunidades en la costa del Caribe enfrente de las ideas de modernización y especulación inmobiliaria. En estas seis comunidades, fue obvio que hay una gran diferencia en las comunidades que están en desarrollo, las que habían desarrollado, y las que están en la infancia del “desarrollo”. Este parte del viaje es sobre cómo las comunidades habían lidiando y pueden lidiar con los cambiaos de modernización, especulación inmobiliaria y cómo estos eventos han cambiado y pueden cambiar las fachadas de las comunidades.
Hay un contraste muy fuerte entre las comunidades de México y las de Belice, esta diferencia es más clara y transparente en las comunidades de México en donde desarrollaron una manera muy diferente a las de Belice. Se puede ver esto en todos los aspectos de las poblaciones de los países: en el tamaño de las poblaciones y ciudades en general dónde las carreteras de las ciudades permiten unas comunidades en México que están más dispersas que las de Belice, y las carreteras de las ciudades en México dónde tienen una gran ventaja con los caminos pavimentados, mientras las poblaciones de Belice tienen menos carreteras del mismo nivel con México y muchas carreteras de terracería.

Con las carreteras modernas tenemos ciudades que son más atractiva para los extranjeros quienes quieren comprar las casas de sus sueños, y aquí con esta idea tenemos dos tipos de gente que quieren comprar tierra y casas en estas comunidades: hay personas quienes están parte del boom de la natalidad dónde ellos simplemente quieren comprar sus casas para el retiro y quieren escapar del ritmo de la vida de sus países natales, asimismo hay gente que quiere comprar tierra y casas en nombre de especulación inmobiliaria, estas personas simplemente quieren ganar dinero para sus vidas y en realidad no tienen la intención de vivir en estos lugares.

Con estos tipo de gente tenemos dos áreas que están en conflicto con el otro, por un lado hay un grupo de personas quienes quieren escapar de sus realidades pero que quieren tener sus comodidades del hogar a un buen precio, y en el otro lado tenemos personas que quieren comprar tierra en comunidades que están en del proceso de desarrollar dónde del precio de la tierra es más baratoy los precios de la tierra tienen la capacidad a aumentar en del futuro. Con esto tenemos una esquema para las comunidades, en México, que son más atractivo pora la gente que quiere retirarse, y en Belice dónde el nombre del juego es especulación inmobiliaria y ganar dinero. Con esto en mente es fácil a entender como esas comunidades en la costa de México y Belice, y en todo el Caribe están funcionado.
Otro hecho relevante para poner en tela de discusión el hecho de poner en el ideario del turista marcadores y representaciones culturales al servicio de éste, es la oferta de estos lugares en páginas de internet que utilizan estrategias de mercado y montaje para difundir imaginarios “representativos” de estas culturas. En nuestro contacto con estos lugares, pudimos ver la gran fachada que se construye alrededor de éstos y la gran especulación que, al fin de cuentas, es la que trabaja para hacer de esta empresa un negocio redondo. Lotes o metros cuadrados a la venta o que ya estuvieran vendidos eran un paisaje común y continuo en todas las locaciones visitadas.

Percibimos este fenómeno como una dinámica cargada de violencia. Violencia que trabaja tanto en el paisaje, con la destrucción desmedida de paisajes naturales(Placencia y Mahahual), como en la memoria, en la modificación de representaciones locales en pos de un beneficio económico, al incluir éstas como elementos obligatorios de una canasta básica de venta al turista (Hopkins, Bacalar). Esta violencia vuelve las dinámicas de recepción y aceptación de “invasores” extranjeros un espacio de compra-venta de bienes materiales o materializados, como la cultura, la memoria, la gente y el espacio en sí.

Es obligatorio hacer notar que estas dinámicas surgen por proyectos nacionales o extranjeros que pretenden ubicar a la localidad, cualquiera que fuere, dentro de un mapa de consumo global (globalizado). Esta inclusión geográfica también puede ser considerada como un método violento para alcanzar la “modernidad”.
Todo esto se puede traducir, al fin de cuentas, en una manera contemporánea de contrabando y piratería, misma que percibimos en 4 arístas fundamentalmente. La especulación funciona como la primera de estas aristas y es la que trabaja como centro de mercado, este contrabando de especulaciones que se desplaza extrafronteras, trabaja inmediatamente sobre los compradores y más fuertemente sobre los que son comprados. A unos les asegura una inversión segura a largo plazo y a los otros la esperanza de un modus vivendi esplendoroso y estable; para algunos este contrabando de especulaciones y esperanzas (siguiendo con la célebre frase) funcionará de manera óptima, sin embargo para la gran mayoría el descontento y la desilusión pronto se adueñan de su ya fragmentada percepción de esta modernidad.

Este tráfico da pie a la segunda arista: el contrabando de divisas, el cual utiliza la vulnerabilidad monetaria de estos pueblos para intercambiar sus divisas, en estos lugares, sabiendo de antemano que el rendimiento del dinero invertido por ellos y por los turistas puede y es duplicado por el sistema de cambio monetario y el sistema de impuestos que se maneja en estos lugares. Esto se ve principalmente en el tercer aspecto de este pirataje: el suelo. El cual se vende a manos de inversionistas que ven en el suelo un foco de inversión activa y constante en el cual se pueden prestar los servicios de los locales para favorecer una imagen de un Caribe consumible y rentable para los fines que se propongan, como el turismo alternativo, ecoturismo, tiempo compartido, turismo cultural, turismo sexual, tráfico de drogas y alcohol, etc.
Esto último da paso a la última de estas aristas que envuelven al turista, el tráfico de sexo, drogas y alcohol. El turista busca y encuentra mediante las estrategias antes suscitadas un espacio óptimo para la liberación de su cuerpo y su moralidad. Y sabe que en estos lugares pre-construidos y arraigados en un imaginario de consumo va a encontrar los elementos de fuga de su propio sistema de objetos y valores. Todo esto también aumenta la necesidad de importar estos materiales de distribución (¿ilegal?). Mercado que entra camuflajeado de-noche-por-la-noche, mercado que entra por mar como antiguas naves que trafican con materiales peligrosos, ilegales y, sobre todo, deseados.

Creado por el Grupo Interdisciplinario de Caribbean Cutural Studies de UB en Mérida (Fior, Miguel Ángel, Cosset, Joshua, Rodrigo, Ernesto y Ana) como producto del viaje de investigación a la costa de Chetumal y Belice 2010 dirigido por Dr. José Buscaglia-Salgado.

Thursday, March 11, 2010

El mapa de la fiesta















En medio de una serie climatológica de consecuentes frentes fríos invernales procedentes del norte que pareciera sustentar la novísima idea de enfriamiento global, "la ciudad blanca", Mérida, se mantiene indolente y aparentemente inmutable, instalada en la tensión de ser "modernamiente tradicional" en contraste con "El puerto", Progreso, un lugar próximo a la vez que lejano obligado al permanente espacio de lo soleado y lo cálido en "un mundo con toques socialistas de locatarios tradicionales dedicados a la pesca" (anonimo, Progreso:2010)
Una serie de imaginarios culturales, que por fines gramaticales y semánticos he entrecomillado para poner en duda su procedencia y valides, convierten en ajeno el espacio próximo del ser citadino y del ser costeño respectivamente en una Península que pudiera ser considerada casi una isla de no ser por "detalles" geográficos que la unen a tierra continental. Por su parte, Mérida funciona como la metrópoli en tierra firme, como "el hogar de lo moderno y las oportunidades", mientras que por la otra, Progreso marca la entrada a la frontera Golfo-Caribe y a la zona del denominado "paraíso maya" en el Caribe mexicano, ubicado formalmente desde la zona rebelde de Carrillo Puerto hasta la frontera de Belice con Chetumal y Santa Elena en el estado vecino de Quintana Roo.















Caminando por el Boulevard Turístico Malecón de Progreso de Castro comunmente abreviado "Malecón" o "Malecón de Progreso", en uno de los puertos más importantes de la Península de Yucatán durante la época colonial y el establecimiento del estado nacional mexicano, se pueden apreciar sutiles dinámicas de consumo cultural que ejerce la gente "no local" sobre una serie de objetos y lugares recreativos relacionados con la ingesta social de bebidas alcohólicas, especialmente cerveza, botanas y mariscos en un pedazo significativo de playa semiprivada. En este espacio se oferta y consume pequeñas dosis de "paraíso caribeño" en donde arena, brisa, sol y mar ofrecen un resort local para el turismo nacional próximo, es decir, Mérida y sus alrededores.

La idea de "la casa de temporada" o de verano meridana en "el puerto" se funden con la idea de contemplar el mar y vivir intensamente una vida festiva en el Malecón, persibiendo a éste último como un espacio liminal entre la vision turística nacional (Mérida) e internacional (Cruceros al Caribe) y la población local (Progreso.) Ésta dinámica entre el aquí y el allá mediatizada por la fiesta y el descargue del ser "lo que no se es en casa" establece una interesante dinámica entre lo público y lo privado que desemboca e impacta directamente en lo que podría ser llamado "el mapa de la fiesta" , es decir, la sistematización organizada y ofertada de una serie de espacios dedicados al desborde, el descargue y la diversión que tiene como espina medular el Boulevard Turístico Malecón de Progreso de Castro.




Ante tan compleja y saturada presentación del espacio recreativo se descubre una interesante geográfia "turística" que se habre llegando al Malecón ya sea por tierra, vía carretera en procedencia desde Mérida, o por mar, vía crucero desembarcando en el muelle fiscal internacional. Ambas vías de acceso tienen como destino de llegada y partida el Malecón, al cual se le ha sumado una tercera entrada, un muelle de descanso producto de la "intensa" cooperación México-Francia que desembocó en una sonada fragata conmemorativa de la ruta colonial del chocolate, la cual tocó tierra firme en Progreso de Castro a finales del 2009.
























Interesantemente, Progreso mantiene muchos más enclaves sociales y similitudes culturales con La Habana, Cuba que con Mérida, Yucatán o Cancún, Quintana Roo, ciudades mucho más próximas. Ambos espacios (Progreso - La Habana) se presentan hermanados en cuando su calidad de puertos así como en cuanto a su capacidad de figurar como destinos turísticos y ser ofertados como lugares listos para listos para ser consumidos a través de un "mapa de la fiesta" ampliamente difundido.




































Lugares como Eladio's, Los Henequenes, Café La Habana, Las Iguanas, Karaoke Bar, Sacandors disco, Flamingos, entre otros tantos también ubicados en el Malecón progreseño ofrecen diariamente o los fines de semana la posibilidad de prolongadas estancias recreativas mediatizadas por el alcohol, la comida, la música en vivo, los shows cómico-regionales y/o el baile en todas sus acepciones, desde lo popular hasta "el de regaderas" con marcadas connotaciones sexuales.


Aunque Progreso tuvo una marcada intensión de proyectarse como destino internacional, lo cual genero una produccion de menús y servicios bilingües inglés-español y provocó que los vendedores ambulantes estuvieran listos para traducir sus precios a dólares, hoy por hoy, sigue siendo la población meridana, principalmente joven, la que alimenta la economía turística del Malecón en viajes relámpago o de temporada buscando fugarse al "lugar de descanso" por excelencia de la Península.















En la dinámica entre lo público y lo privado la presencia meridana en el espacio de acción progreseño funciona como extranjera y es confinada a lo público mientras que la presencia progreseña es borrada de y en el Malecón, conceptualizándola como local o de "pescadores" y confinada "al servicio" o a los ámbitos privados como cocinas, casa entre otros. Esta relación entre lo público y lo privado no quiere decir que la gente local de puerto no pueda acceder a los espacios públicos de diversión proyectados para "estranjeros" en el Malecón sino que éstos lugares resultan económicamente más caros que los ubicados en otras zonas externas al cuadro turístico colocado frente al mar.

En cuanto al turismo internacional, el Malecón adquiere una dinámica, un tono y un sabor diferente con la llegada del capital internacional; con cada crucero desembarcado vendedores ambulantes de marquesitas, esquites, elotes, artesanías, botaneros, bares, discos, cafés, restanrantes y hoteles ubicados en el Malecón vuelcan sus precios y espectaculos en pos de ofrecer "un toque de tradicionalidad y folklore" y diversión que no pretende ser como la de la zona hotelera en Cancún, cobijo de "alocados springbreakers" y "gente de afuera" pero sin llegar a ser un espacio "donde no pasa nada" como Campeche, "ciudad colonial".















"El mapa de la fiesta" en este espacio liminal es un punto de conexción a la vez que de divergencia entre una serie de conciencias e imaginarios construidos sobre el sentido de pertenencia a lo local-privado que en conjunto terminan por ofrecer una sensacion de conocimiento total y holístico del espacio a los "extranjeros locales"-públicos, a partir del Malecón. Esta falsa sensación de conocimiento total otorga la comodidad de "sentirse en casa" a la vez que la posibilidad de hacer lo que no se haría en ella.


El mercado municipal: tópico cultural y económico del puerto de Progreso


Antes de salir el sol, cuando las calles de Progreso se encuentran aún vacías, antes de que los trabajadores salgan de sus casas y las señoras lleven a sus niños a las primarias, existe un lugar que ya comienza a tomar vida: el mercado municipal. A las cinco de la mañana los guardias ya abrieron sus puertas de par en par para los comerciantes que comenzarán a preparar sus productos. Las cortinas de los puestos se levantan para abrir los negocios; éstas son las primeras notas que escuchamos del mercado seguido por el sonido de los extractores de las juguerías, el rechinar de las tijeras y máquinas de las carnicerías, el arrastrar de mesas y cajas de las fruterías para exponer la mercancía, el crujir de las carnes y pescados al fuego , las ruedas de los carrillos que caminan dificultosamente por el peso de la mercancía que se descargan de los camiones provenientes de Oxcutzcab o de la Casa del pueblo. A esa hora para animarse, suena la salsa a todo volumen de los carniceros que canturrean en colectivo; hasta que con la salida del sol y el abrir de los otros negocios se escuche poco a poco, una verdadera amalgama de música y sonidos: salsas, cumbias, hip-hop religioso, hasta música clásica por muy difícil de creer que sea.
Los sonidos, colores y olores son característicos del mercado. Los colores cálidos de las frutas que retoman las mestizas en los bordados a mano de sus hipiles, los olores de las frutas y las flores. En los pasillos vemos a “torero” o a “barbitas” (ayudantes del mercado) corretear con las carretillas acarreando ya sea especias para don Aquiles, frutas para don Polo o naranjas para “el chel”. En los mercaderes encontramos desde la mestiza tradicional vendiendo rosas y claveles en sus cubetas naranjas, tortillas para panuchos, chaya y tamales, hasta el comerciante de frutas el cual desde pequeño vendía mangos bajo los árboles, carniceros que son licenciados, hasta uno que otro poeta y pintorr.
Así inicia la vida dentro el mercado. La gente comienza asomarse después de misa; las mujeres van abastecerse de productos para preparar la comida, guías de turistas cruzan a comprar sus desayunos antes que lleguen los barcos, otros compran sus desayunos antes de subir al muelle o mujeres que van a comprar sus “vampiros” después de correr en el malecón. Por tanto, vemos que la vida en el mercado comienza y termina prácticamente temprano, a las dos de la tarde son pocos los negocios abiertos que podríamos encontrar.

A continuación intentaremos realizar un panorama de la vida del mercado como un espacio donde se revelan los acontecimientos sociales, culturales y económicos del puerto de Progreso. Es decir, el mercado municipal como tópico del puerto. Para eso vale la pena aclarar que el mercado no siempre es igual sino que está conformado por temporadas, es decir, podríamos hablar de un mercado que en realidad son muchos mercados según la época, muy diversos unos de otros como lo es efectivamente el puerto en general durante esos días.
Pues bien, la economía en el puerto depende básicamente de la pesca y en menor medida del turismo y la burocracia. Los lugares turísticos son el malecón, el mercado y desde hace un par de años “El corchito”; reserva ecológica dentro de los manglares, fundado por el chuculeño Don José Martínez.
Podríamos decir que el puerto mantiene su propia economía. Son pocas las familias que dependen económicamente de Mérida u otros lugares. Al ser la pesca la actividad económica que mueve Progreso, sus altas y bajas afectan directa o indirectamente a todos los negocios del puerto. Pues bien, uniendo esto a lo mencionado anteriormente de que Progreso toma un carácter diferente según su época, tenemos dos referentes principales que definen su actividad económica: Las temporadas buenas de los pescadores, y los periodos vacacionales. Es decir, es posible ir un lunes de septiembre y encontrar un mercado casi fantasma, e ir un lunes en semana santa y no encontrar un sólo lugar donde comer. La trasformación del puerto y por tanto, del mercado es de forma drástica. Los propietarios de los negocios se ven en la necesidad de contratar el doble de los empleados habitualmente necesarios, y aun así, es insuficiente atender las grandes aglomeraciones de gente en las vacaciones.
Cuando los pescadores llegan de viaje, de igual modo la economía del mercado se ve trasformada dramáticamente. El mercado es como el termómetro de la economía, éste percibe las buenas o malas temporadas. Por ejemplo, el mercado siente las bajas económicas después de navidad, carnaval, o de Xmacuiltl.
Hemos decidido trabajar el mercado porque este espacio reúne y refleja de igual modo, no sólo la situación económica sino los imaginarios que constituyen dicha situación. Es decir, que imaginario y economía no puede verse como aspectos paralelos sino, por el contrario, éstos son complementarios.
Las temporadas de Progreso
Podemos encontrar en Progreso dos tipos de pescadores, los ribereños que son los que parten y regresan el mismo día, propietarios de sus pequeños barcos. Y los que se van de viaje (como ellos le llaman), estos últimos pueden pasar hasta quince o veinte días en el mar. La economía cambia especialmente a la llegada de los pescadores que se van de viaje.
Cuando los pescadores bajan se dirigen a las cantinas donde les pagan y gastan gran parte (o a veces todo) del dinero ganado por la pesca durante el viaje. El dinero les dura poco, pero mientras éste se gasta los pescadores no tienen miramientos, se dan la gran vida: Les dan dinero a sus mujeres, se lucen con largas y gruesas cadenas de oro, van a desayunar al mercado con sus familias comprándoles a sus hijos lo que ellos quieran sin siquiera preguntar por el precio, en esos dias el “gallo pelón” recibe suntuosas propinas después de cantar.
Es decir que la cosmovisión de los pescadores es vivir el instante, lo que se vive es el presente sin importarles el mañana. Lo cual es muy comprensible si imaginamos pasar veinte días en el mar, bajo el sol, sin un sólo árbol bajo el cual resguardarse, en medio de la inmensidad del mar, sin nada que garantice el retorno a tierra; Cada arribo es como un regreso prometeico que celebran dionisiacamente. ¿Para qué guardar dinero si no se sabe si se va a regresar del mar? Mejor celebran la vida el tiempo que éste les dure. En esos días invitan las cervezas hasta sus enemigos y llevan a sus esposas a Electra o Aurrera para sacarles a plazos sus lavadoras, televisiones, estéreos de gran resonancia, que pierden un par de meses después cuando no pueden esconderse más de los cobratarios por no tener dinero para pagarles. Sin embargo, eso no les importa, cuando los sollozos de las mujeres dicen “no llores vieja, cuando regrese de viaje te voy a comprar un estéreo más chingón”( quise reproducir tal cual el lenguaje) y efectivamente lo hacen así, aunque de nueva cuenta les duren también unos cuantos meses.
Por eso la economía en progreso es básicamente muy buena a la llegada de los pescadores, y muy mala el resto, la economía se recupera hasta que los pescadores regresen de otro viaje para repetir el ritual. Es decir, es por eso que el mercado y las cantinas se encuentran repletos de gente durante la llegada de los pescadores, y los puestos de empeños después.
Por cada manzana podemos encontrar hasta dos cantinas por esquina, lo cual nos habla de la popularidad de éstas, así como de un claro problema de alcoholismo. Las cantinas son espacios de liberación, celebración, y las hacen a veces hasta de oficinas. Después de la misa dominical, las familias se dirigen al mercado a desayunar y comprar flores, que a la vez sirve de paseo. O por el contrario asisten a la misa de las ocho de la noche y al finalizar ésta, cruzan al parque principal donde cenan y juegan los niños.
No obstante un lugar de diversión para mi no existe en Progreso, más que las cantinas donde por las tardes los señores se reúnen a tomar “una” como la gente. Por ejemplo, no hay cines en Progreso y no por qué nunca a nadie se le haya ocurrido poner uno, sino porque la gente no está acostumbrada a ir. Y los que quieren ir al cine prefieren ir Mérida que no está muy lejos y es un mundo completamente diferente al de ellos. Es decir, se prefiere ir al cine de La Gran plaza, ya que rompen la cotidianidad, sirve de paseo, y ven caras nuevas aunque les cueste tres veces más caro, y coman huevo dos semanas seguidas.
Por otro lado tenemos las temporadas vacacionales de julio y agosto y semana santa. Como ya mencioné anteriormente, Progreso cambia dramáticamente durante esta época. Mérida prácticamente evacua por algunos días a Progreso; son las únicas épocas del año donde se escucha los silbatos de los policías y los cláxones de los carros por el atasco del tráfico. Algunos restaurantes, bares y discotecas se abren únicamente para dichas fechas.
Llegan a Progreso desde los meridanos adinerados que tienen casas a las orillas de las playas, hasta el meridano popular que va y regresa el mismo día. El sábado por la noche, los jóvenes de clases medias y altas van a “cielo” (como muchas otras discotecas meridanas que durante las vacaciones tienen sus sucursales a las afueras de Xubxulub), mientras que los de clases más bajas van a Scandor en el malecón. Los chicos y chicas que tienen sus casas o departamentos en el mar entre Progreso y Xubxulub van a las ferias de Xubxulub, mientras que la gente popular va a la feria grande del malecón.
No obstante, a las seis de la mañana del día siguiente, encontramos tanto a los chicos de clases acomodadas como a los populares, que al salir de las discos llegan al mercado a desayunar. Más tarde grandes familias caminan por el mercado, con gorras y mochilas, éstos pueden compartir la mesa con una familia de un estrato económico visiblemente más alto. Es decir, el mercado es un espacio donde conviven todas las clases, ya que las clases altas durante estas épocas es precisamente lo que buscan: lo popular en un ambiente más familiar. Económicamente esto significa un gran cambio, una familia completa atiende dentro del mercado el negocio familiar; pero es imposible atender a tanta gente, y no confundirse ante los pedidos de dos o tres familias que entre empujones y griteríos hacen sus pedidos.
Durante las vacaciones es más notorio ver más gente no únicamente meridana sino de todas partes de México y el mundo. Gente del DF, Toluca, Tamaulipas o el extranjero visitan las playas yucatecas. También es durante las vacaciones que viene de visita los progreseños que viven en los Estados Unidos, regresando a dicho país al terminar la temporada. Sin embargo, tenemos que reconocer que Progreso es un puerto cosmopolita donde no es precisamente necesario estar en vacaciones para encontrar a gente de todas partes del mundo. Tres veces por semana encontramos a turistas de cualquier parte del planeta caminando por el malecón y el mercado. A nivel nacional otro aspecto que contribuye a que Progreso sea un puerto conformado por gente de todas partes de México, son las bases instaladas de la Armada. La Armada está conformada por gente principalmente tabasqueña, norteña y veracruzana. Por ejemplo hay colonias, como Flamboyanes donde hay una mezcla de culturas, formar de hablar y pensar diferente de los yucatecos. Precisamente la diversidad cultural y la poca tolerancia ocasionan ciertas peleas entre éstos.
Sin embargo, los asentamientos de la Armada tienen una repercusión económica, ya que las esposas de los boludos van a comprar al mercado; la Armada misma se surte mediante el mercado. Por lo que hay fruterías que prácticamente su entrada principal no radica en la venta de productos a las personas que compran por kilos, sino en la armada que consumen cajas.
Me gustaría reflexionar sobre tres aspectos que están modificando la cultura popular que desde mi perspectiva tienden a desaparecer el mercado. El primer aspecto es que los jóvenes han perdido la costumbre de ir al mercado, es decir, lo tradicional se está perdiendo. Muchos en lugar de acompañar a la familia tradicional que va a comer al mercado (hablo en épocas no vacacionales) prefieren ir al Café la Habana o algún restaurante en Mérida.
El segundo factor se encuentra íntimamente relacionado con el anterior, que es la llegada de comercios como San Francisco y Aurrera. Las empresas grandes se están comiendo a las pequeñas y medianas empresas. Si bien es verdad que en dichos almacenes se encuentra de “todo”, desde mi perspectiva su éxito no es precisamente por ello, sino que tiene más que ver con la novedad y los nuevos imaginarios de los Progreseños. Con la idea que tienen las clases media bajas que piensan que comprar en grandes almacenes como Aurrera implica tener cierta clase social, aunque los productos sean de menor calidad y más caros. Lo cual atenta contra el mercado cuya supervivencia depende directamente de la gente popular que antes consumían en el mercado y ahora consumen en un Súper.
El tercer punto que me parece uno de los más importantes es la llegada de canadienses de la tercera edad, jubilados que compran sus casas en Progreso. Pues bien, sin pretender sonar xenofóbica, éstos han creado colonias donde únicamente hay canadienses, lo cual no sería un problema económico si consumieran lo popular. Pero por el contrario suelen ir al Súper a comprar abastecimiento para un mes, comprando en el mercado únicamente flores regateadas y tomando fotos para sus familiares. Esto significó un descenso económico para el mercado, ya que las casas donde ellos radican, antes vivían ya sea la gente tradicional que vivía en sus casas de puerto y consumían en el mercado; o gente que habitaba esas casas durante las temporadas de vacaciones, pero que dejaban económicamente aunque sea por un par de semanas un gran aporte económico.
Los canadienses tienen sectores casi privatizados con sus propios restaurantes canadienses donde los mexicanos no son tan welcome. Por tanto, la residencia de los extranjeros que continúan su vida canadiense en Yucatán sí significa un deterioro económico, por lo menos para las pequeñas empresas. Cada año son más extranjeros, en cuestión de cinco años han aumentado en número considerablemente, por lo que sería bueno reflexionar que dentro de un par de años seguramente el numero de canadienses residentes en Progreso serán multiplicados, y como afectan económica y culturalmente la implementación de éstos en la vida Progreso.
Observamos entonces que todos los cambios que se están dando en Progreso, se pueden observar en el mercado. Me interesa especialmente la valoración de éste porque el mercado es un espacio que por moderno que sea, siempre conserva lo tradicional. El lenguaje altisonante, las cumbias a todo volumen, la gente que circula por los pasillos, pescadores, meridanos, mujeres y niños son el resumen de la sociedad. El mercado lucha día a día contra las grandes empresas con las cuales es prácticamente imposible competir. Es importante esto ya que con la pérdida del mercado, no perdemos un simple lugar donde encontrar productos que consumimos durante nuestra vida diaria, sino perderíamos un catalogo de nuestra cultura que en San Francisco, Aurrera, Café Habana o cual quiero otro negocio parecido, sería difícil de recuperar.~Cossett

Una mirada al otro Progreso: el espíritu caribeño en un puerto de Yucatán


El constante ir y venir, representa una dinámica acción que a diario se observa en varios habitantes del Puerto Progreso. Camiones, combis que transportan diariamente sueños, esperanzas. Ir y venir de gente, guaguas a veces repletas, a veces vacías. Es el inicio de este recorrido por esta zona costera de Yucatán.




Ya de entrada, tenemos contacto más cercano con la gente, componente principal del móvil económico y social del pueblo. Es un diario viaje hacia la ciudad blanca. Obreros, empleadas domésticas, cajeros. Estudiantes que deciden emprender un nuevo recorrido en sus vidas. De Mérida al puerto viajan personas a visitar a familiares, a “turistear”, a estudiar, a divertirse. Por tanto en esta moderna guagua encontramos múltiples caracteres, en constante movimiento cíclico. El bullicio, las risas, los reclamos, berrinches de niños y no tan niños. Como en La guagua aérea los pasajeros comparten sentimientos y pre sentimientos. De fondo se escucha la cumbia y la salsa, como en una introducción a este puerto que en sí trae la fiesta, porque así se da, el binomio por excelencia playa-fiesta.

Sin embargo decidí ir en búsqueda de esas escenas olvidadas, vida del pueblo, la gente como es y cómo se mueve: el malecón y el centro lleno a diario de visitantes, de pescadores que regresan agotados, de estudiantes que han acabado con una jornada obligatoria en la escuela. En los parques, a la orilla de la playa. Bullicio, bullicio, chismes, pláticas tristes, conversaciones alegres. Chismes y más chismes. Son parte de la rutina diaria.

Algunos comentando los chismes de moda, la gente que desahoga sus penas mediante el recurso comunicativo. En casas, parques, iglesias, escuelas. Algunos “encumbrados” hablan de los chismes de la “socialité” meridana –como si formaran parte de ella-, otros más prefieren establecer posturas críticas –en el fondo, curiosas y graciosas- sobre la visita del “populo” meridano a las blancas playas del puerto. Los más prefieren reunirse a conversar sobre la telenovela o a desahogar sus penas diarias.



Todo es un conjunto de ideas, de actitudes, razones y sin razones, que marcan al progreseño, quien en el fondo sólo desea lo mejor para él y su familia, quien no teme dar lo mejor de sí a los suyos. Suelen escucharse críticas al individuo progreseño, a esa idiosincrasia tan propia, tan particular que sólo originan interés en esta zona. Sus ideas, sus fiestas –religiosas y paganas- conforman una identidad tan compleja y al mismo tiempo tan completa. La migración de numerosas familias provenientes de los otros estados de la Península, y aún del resto de país van estableciendo puntos de contacto entre diversas formas de ver el mundo. Tradiciones diferentes, maneras de hablar, derivaciones del lenguaje que van acoplándose al uso diario de la gente del puerto. Nada más parecido al Caribe porque el Caribe es eso: uno y diverso. Conformado por esa bella diversidad que le otorga fuerza y forma.



Por las noches, los progreseños suelen salir al centro, dar una vuelta por el malecón o simplemente se sientan en la puerta de sus casas a platicar con vecinos o a "tomar el fresco", costumbre de muchos años y que se da en varias zonas de la península. Las casas aún presentan aquellas fachadas de principios de siglo, hogares que vieron nacer generaciones de familias, estirpe que creció junto con la localidad y que fue desarrollando poco a poco una identidad diferente al resto de los pueblos de Yucatán.



Juegos, comercios, diversas formas de manifestación artística -como los graffiti. Ciudad que permite al calor sus inclemencias y que calma su intensidad en el mar. Al ir caminando por este pueblo, se descubren el verdadero sentido de fiesta y fe en su gente, que otorgan a Progreso una sensación de diversidad cultural, una mezcla de sentires y además intensifican las relaciones entre personas provenientes de distintas zonas. Platicando con un señor proveniente de Quintana Roo, me manifestó lo tranquilo que es este lugar, y que se percibe un ambiente parecido a su lugar de origen. Historias similares se viven día a día, en espera de un cambio, de progresar en esta zona costera.

Incluso improvisados restaurantes callejeros que invitan a los transeúntes a disfrutar de tamales o perros calientes, en una pequeña muestra de la hibridez cultural que se da por el eterno contacto con otros lugares tan lejanos y ajenos a un puerto con esencia "caribeña".

Arribar a una "isla" peninsular, fue para mí un encontrarme de frente a mi origen, aun con raíces mexicanas, el Caribe se encuentra presente, ya sea en un puerto o en una isla, su gente llevará consigo la sencillez, la fiesta en su sangre, en este constante peregrinar, en este gracioso Caribe en movimiento...








Un parque en espera de una guagua, que me llevaría a conocer al verdadero Progreso...






Mi viaje en la guagua:




Al final del día, ponerse de pie, dar vivas y aplaudir...