Thursday, March 11, 2010

Una mirada al otro Progreso: el espíritu caribeño en un puerto de Yucatán


El constante ir y venir, representa una dinámica acción que a diario se observa en varios habitantes del Puerto Progreso. Camiones, combis que transportan diariamente sueños, esperanzas. Ir y venir de gente, guaguas a veces repletas, a veces vacías. Es el inicio de este recorrido por esta zona costera de Yucatán.




Ya de entrada, tenemos contacto más cercano con la gente, componente principal del móvil económico y social del pueblo. Es un diario viaje hacia la ciudad blanca. Obreros, empleadas domésticas, cajeros. Estudiantes que deciden emprender un nuevo recorrido en sus vidas. De Mérida al puerto viajan personas a visitar a familiares, a “turistear”, a estudiar, a divertirse. Por tanto en esta moderna guagua encontramos múltiples caracteres, en constante movimiento cíclico. El bullicio, las risas, los reclamos, berrinches de niños y no tan niños. Como en La guagua aérea los pasajeros comparten sentimientos y pre sentimientos. De fondo se escucha la cumbia y la salsa, como en una introducción a este puerto que en sí trae la fiesta, porque así se da, el binomio por excelencia playa-fiesta.

Sin embargo decidí ir en búsqueda de esas escenas olvidadas, vida del pueblo, la gente como es y cómo se mueve: el malecón y el centro lleno a diario de visitantes, de pescadores que regresan agotados, de estudiantes que han acabado con una jornada obligatoria en la escuela. En los parques, a la orilla de la playa. Bullicio, bullicio, chismes, pláticas tristes, conversaciones alegres. Chismes y más chismes. Son parte de la rutina diaria.

Algunos comentando los chismes de moda, la gente que desahoga sus penas mediante el recurso comunicativo. En casas, parques, iglesias, escuelas. Algunos “encumbrados” hablan de los chismes de la “socialité” meridana –como si formaran parte de ella-, otros más prefieren establecer posturas críticas –en el fondo, curiosas y graciosas- sobre la visita del “populo” meridano a las blancas playas del puerto. Los más prefieren reunirse a conversar sobre la telenovela o a desahogar sus penas diarias.



Todo es un conjunto de ideas, de actitudes, razones y sin razones, que marcan al progreseño, quien en el fondo sólo desea lo mejor para él y su familia, quien no teme dar lo mejor de sí a los suyos. Suelen escucharse críticas al individuo progreseño, a esa idiosincrasia tan propia, tan particular que sólo originan interés en esta zona. Sus ideas, sus fiestas –religiosas y paganas- conforman una identidad tan compleja y al mismo tiempo tan completa. La migración de numerosas familias provenientes de los otros estados de la Península, y aún del resto de país van estableciendo puntos de contacto entre diversas formas de ver el mundo. Tradiciones diferentes, maneras de hablar, derivaciones del lenguaje que van acoplándose al uso diario de la gente del puerto. Nada más parecido al Caribe porque el Caribe es eso: uno y diverso. Conformado por esa bella diversidad que le otorga fuerza y forma.



Por las noches, los progreseños suelen salir al centro, dar una vuelta por el malecón o simplemente se sientan en la puerta de sus casas a platicar con vecinos o a "tomar el fresco", costumbre de muchos años y que se da en varias zonas de la península. Las casas aún presentan aquellas fachadas de principios de siglo, hogares que vieron nacer generaciones de familias, estirpe que creció junto con la localidad y que fue desarrollando poco a poco una identidad diferente al resto de los pueblos de Yucatán.



Juegos, comercios, diversas formas de manifestación artística -como los graffiti. Ciudad que permite al calor sus inclemencias y que calma su intensidad en el mar. Al ir caminando por este pueblo, se descubren el verdadero sentido de fiesta y fe en su gente, que otorgan a Progreso una sensación de diversidad cultural, una mezcla de sentires y además intensifican las relaciones entre personas provenientes de distintas zonas. Platicando con un señor proveniente de Quintana Roo, me manifestó lo tranquilo que es este lugar, y que se percibe un ambiente parecido a su lugar de origen. Historias similares se viven día a día, en espera de un cambio, de progresar en esta zona costera.

Incluso improvisados restaurantes callejeros que invitan a los transeúntes a disfrutar de tamales o perros calientes, en una pequeña muestra de la hibridez cultural que se da por el eterno contacto con otros lugares tan lejanos y ajenos a un puerto con esencia "caribeña".

Arribar a una "isla" peninsular, fue para mí un encontrarme de frente a mi origen, aun con raíces mexicanas, el Caribe se encuentra presente, ya sea en un puerto o en una isla, su gente llevará consigo la sencillez, la fiesta en su sangre, en este constante peregrinar, en este gracioso Caribe en movimiento...








Un parque en espera de una guagua, que me llevaría a conocer al verdadero Progreso...






Mi viaje en la guagua:




Al final del día, ponerse de pie, dar vivas y aplaudir...





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