Thursday, March 11, 2010

El mapa de la fiesta















En medio de una serie climatológica de consecuentes frentes fríos invernales procedentes del norte que pareciera sustentar la novísima idea de enfriamiento global, "la ciudad blanca", Mérida, se mantiene indolente y aparentemente inmutable, instalada en la tensión de ser "modernamiente tradicional" en contraste con "El puerto", Progreso, un lugar próximo a la vez que lejano obligado al permanente espacio de lo soleado y lo cálido en "un mundo con toques socialistas de locatarios tradicionales dedicados a la pesca" (anonimo, Progreso:2010)
Una serie de imaginarios culturales, que por fines gramaticales y semánticos he entrecomillado para poner en duda su procedencia y valides, convierten en ajeno el espacio próximo del ser citadino y del ser costeño respectivamente en una Península que pudiera ser considerada casi una isla de no ser por "detalles" geográficos que la unen a tierra continental. Por su parte, Mérida funciona como la metrópoli en tierra firme, como "el hogar de lo moderno y las oportunidades", mientras que por la otra, Progreso marca la entrada a la frontera Golfo-Caribe y a la zona del denominado "paraíso maya" en el Caribe mexicano, ubicado formalmente desde la zona rebelde de Carrillo Puerto hasta la frontera de Belice con Chetumal y Santa Elena en el estado vecino de Quintana Roo.















Caminando por el Boulevard Turístico Malecón de Progreso de Castro comunmente abreviado "Malecón" o "Malecón de Progreso", en uno de los puertos más importantes de la Península de Yucatán durante la época colonial y el establecimiento del estado nacional mexicano, se pueden apreciar sutiles dinámicas de consumo cultural que ejerce la gente "no local" sobre una serie de objetos y lugares recreativos relacionados con la ingesta social de bebidas alcohólicas, especialmente cerveza, botanas y mariscos en un pedazo significativo de playa semiprivada. En este espacio se oferta y consume pequeñas dosis de "paraíso caribeño" en donde arena, brisa, sol y mar ofrecen un resort local para el turismo nacional próximo, es decir, Mérida y sus alrededores.

La idea de "la casa de temporada" o de verano meridana en "el puerto" se funden con la idea de contemplar el mar y vivir intensamente una vida festiva en el Malecón, persibiendo a éste último como un espacio liminal entre la vision turística nacional (Mérida) e internacional (Cruceros al Caribe) y la población local (Progreso.) Ésta dinámica entre el aquí y el allá mediatizada por la fiesta y el descargue del ser "lo que no se es en casa" establece una interesante dinámica entre lo público y lo privado que desemboca e impacta directamente en lo que podría ser llamado "el mapa de la fiesta" , es decir, la sistematización organizada y ofertada de una serie de espacios dedicados al desborde, el descargue y la diversión que tiene como espina medular el Boulevard Turístico Malecón de Progreso de Castro.




Ante tan compleja y saturada presentación del espacio recreativo se descubre una interesante geográfia "turística" que se habre llegando al Malecón ya sea por tierra, vía carretera en procedencia desde Mérida, o por mar, vía crucero desembarcando en el muelle fiscal internacional. Ambas vías de acceso tienen como destino de llegada y partida el Malecón, al cual se le ha sumado una tercera entrada, un muelle de descanso producto de la "intensa" cooperación México-Francia que desembocó en una sonada fragata conmemorativa de la ruta colonial del chocolate, la cual tocó tierra firme en Progreso de Castro a finales del 2009.
























Interesantemente, Progreso mantiene muchos más enclaves sociales y similitudes culturales con La Habana, Cuba que con Mérida, Yucatán o Cancún, Quintana Roo, ciudades mucho más próximas. Ambos espacios (Progreso - La Habana) se presentan hermanados en cuando su calidad de puertos así como en cuanto a su capacidad de figurar como destinos turísticos y ser ofertados como lugares listos para listos para ser consumidos a través de un "mapa de la fiesta" ampliamente difundido.




































Lugares como Eladio's, Los Henequenes, Café La Habana, Las Iguanas, Karaoke Bar, Sacandors disco, Flamingos, entre otros tantos también ubicados en el Malecón progreseño ofrecen diariamente o los fines de semana la posibilidad de prolongadas estancias recreativas mediatizadas por el alcohol, la comida, la música en vivo, los shows cómico-regionales y/o el baile en todas sus acepciones, desde lo popular hasta "el de regaderas" con marcadas connotaciones sexuales.


Aunque Progreso tuvo una marcada intensión de proyectarse como destino internacional, lo cual genero una produccion de menús y servicios bilingües inglés-español y provocó que los vendedores ambulantes estuvieran listos para traducir sus precios a dólares, hoy por hoy, sigue siendo la población meridana, principalmente joven, la que alimenta la economía turística del Malecón en viajes relámpago o de temporada buscando fugarse al "lugar de descanso" por excelencia de la Península.















En la dinámica entre lo público y lo privado la presencia meridana en el espacio de acción progreseño funciona como extranjera y es confinada a lo público mientras que la presencia progreseña es borrada de y en el Malecón, conceptualizándola como local o de "pescadores" y confinada "al servicio" o a los ámbitos privados como cocinas, casa entre otros. Esta relación entre lo público y lo privado no quiere decir que la gente local de puerto no pueda acceder a los espacios públicos de diversión proyectados para "estranjeros" en el Malecón sino que éstos lugares resultan económicamente más caros que los ubicados en otras zonas externas al cuadro turístico colocado frente al mar.

En cuanto al turismo internacional, el Malecón adquiere una dinámica, un tono y un sabor diferente con la llegada del capital internacional; con cada crucero desembarcado vendedores ambulantes de marquesitas, esquites, elotes, artesanías, botaneros, bares, discos, cafés, restanrantes y hoteles ubicados en el Malecón vuelcan sus precios y espectaculos en pos de ofrecer "un toque de tradicionalidad y folklore" y diversión que no pretende ser como la de la zona hotelera en Cancún, cobijo de "alocados springbreakers" y "gente de afuera" pero sin llegar a ser un espacio "donde no pasa nada" como Campeche, "ciudad colonial".















"El mapa de la fiesta" en este espacio liminal es un punto de conexción a la vez que de divergencia entre una serie de conciencias e imaginarios construidos sobre el sentido de pertenencia a lo local-privado que en conjunto terminan por ofrecer una sensacion de conocimiento total y holístico del espacio a los "extranjeros locales"-públicos, a partir del Malecón. Esta falsa sensación de conocimiento total otorga la comodidad de "sentirse en casa" a la vez que la posibilidad de hacer lo que no se haría en ella.


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