Thursday, March 11, 2010

El mercado municipal: tópico cultural y económico del puerto de Progreso


Antes de salir el sol, cuando las calles de Progreso se encuentran aún vacías, antes de que los trabajadores salgan de sus casas y las señoras lleven a sus niños a las primarias, existe un lugar que ya comienza a tomar vida: el mercado municipal. A las cinco de la mañana los guardias ya abrieron sus puertas de par en par para los comerciantes que comenzarán a preparar sus productos. Las cortinas de los puestos se levantan para abrir los negocios; éstas son las primeras notas que escuchamos del mercado seguido por el sonido de los extractores de las juguerías, el rechinar de las tijeras y máquinas de las carnicerías, el arrastrar de mesas y cajas de las fruterías para exponer la mercancía, el crujir de las carnes y pescados al fuego , las ruedas de los carrillos que caminan dificultosamente por el peso de la mercancía que se descargan de los camiones provenientes de Oxcutzcab o de la Casa del pueblo. A esa hora para animarse, suena la salsa a todo volumen de los carniceros que canturrean en colectivo; hasta que con la salida del sol y el abrir de los otros negocios se escuche poco a poco, una verdadera amalgama de música y sonidos: salsas, cumbias, hip-hop religioso, hasta música clásica por muy difícil de creer que sea.
Los sonidos, colores y olores son característicos del mercado. Los colores cálidos de las frutas que retoman las mestizas en los bordados a mano de sus hipiles, los olores de las frutas y las flores. En los pasillos vemos a “torero” o a “barbitas” (ayudantes del mercado) corretear con las carretillas acarreando ya sea especias para don Aquiles, frutas para don Polo o naranjas para “el chel”. En los mercaderes encontramos desde la mestiza tradicional vendiendo rosas y claveles en sus cubetas naranjas, tortillas para panuchos, chaya y tamales, hasta el comerciante de frutas el cual desde pequeño vendía mangos bajo los árboles, carniceros que son licenciados, hasta uno que otro poeta y pintorr.
Así inicia la vida dentro el mercado. La gente comienza asomarse después de misa; las mujeres van abastecerse de productos para preparar la comida, guías de turistas cruzan a comprar sus desayunos antes que lleguen los barcos, otros compran sus desayunos antes de subir al muelle o mujeres que van a comprar sus “vampiros” después de correr en el malecón. Por tanto, vemos que la vida en el mercado comienza y termina prácticamente temprano, a las dos de la tarde son pocos los negocios abiertos que podríamos encontrar.

A continuación intentaremos realizar un panorama de la vida del mercado como un espacio donde se revelan los acontecimientos sociales, culturales y económicos del puerto de Progreso. Es decir, el mercado municipal como tópico del puerto. Para eso vale la pena aclarar que el mercado no siempre es igual sino que está conformado por temporadas, es decir, podríamos hablar de un mercado que en realidad son muchos mercados según la época, muy diversos unos de otros como lo es efectivamente el puerto en general durante esos días.
Pues bien, la economía en el puerto depende básicamente de la pesca y en menor medida del turismo y la burocracia. Los lugares turísticos son el malecón, el mercado y desde hace un par de años “El corchito”; reserva ecológica dentro de los manglares, fundado por el chuculeño Don José Martínez.
Podríamos decir que el puerto mantiene su propia economía. Son pocas las familias que dependen económicamente de Mérida u otros lugares. Al ser la pesca la actividad económica que mueve Progreso, sus altas y bajas afectan directa o indirectamente a todos los negocios del puerto. Pues bien, uniendo esto a lo mencionado anteriormente de que Progreso toma un carácter diferente según su época, tenemos dos referentes principales que definen su actividad económica: Las temporadas buenas de los pescadores, y los periodos vacacionales. Es decir, es posible ir un lunes de septiembre y encontrar un mercado casi fantasma, e ir un lunes en semana santa y no encontrar un sólo lugar donde comer. La trasformación del puerto y por tanto, del mercado es de forma drástica. Los propietarios de los negocios se ven en la necesidad de contratar el doble de los empleados habitualmente necesarios, y aun así, es insuficiente atender las grandes aglomeraciones de gente en las vacaciones.
Cuando los pescadores llegan de viaje, de igual modo la economía del mercado se ve trasformada dramáticamente. El mercado es como el termómetro de la economía, éste percibe las buenas o malas temporadas. Por ejemplo, el mercado siente las bajas económicas después de navidad, carnaval, o de Xmacuiltl.
Hemos decidido trabajar el mercado porque este espacio reúne y refleja de igual modo, no sólo la situación económica sino los imaginarios que constituyen dicha situación. Es decir, que imaginario y economía no puede verse como aspectos paralelos sino, por el contrario, éstos son complementarios.
Las temporadas de Progreso
Podemos encontrar en Progreso dos tipos de pescadores, los ribereños que son los que parten y regresan el mismo día, propietarios de sus pequeños barcos. Y los que se van de viaje (como ellos le llaman), estos últimos pueden pasar hasta quince o veinte días en el mar. La economía cambia especialmente a la llegada de los pescadores que se van de viaje.
Cuando los pescadores bajan se dirigen a las cantinas donde les pagan y gastan gran parte (o a veces todo) del dinero ganado por la pesca durante el viaje. El dinero les dura poco, pero mientras éste se gasta los pescadores no tienen miramientos, se dan la gran vida: Les dan dinero a sus mujeres, se lucen con largas y gruesas cadenas de oro, van a desayunar al mercado con sus familias comprándoles a sus hijos lo que ellos quieran sin siquiera preguntar por el precio, en esos dias el “gallo pelón” recibe suntuosas propinas después de cantar.
Es decir que la cosmovisión de los pescadores es vivir el instante, lo que se vive es el presente sin importarles el mañana. Lo cual es muy comprensible si imaginamos pasar veinte días en el mar, bajo el sol, sin un sólo árbol bajo el cual resguardarse, en medio de la inmensidad del mar, sin nada que garantice el retorno a tierra; Cada arribo es como un regreso prometeico que celebran dionisiacamente. ¿Para qué guardar dinero si no se sabe si se va a regresar del mar? Mejor celebran la vida el tiempo que éste les dure. En esos días invitan las cervezas hasta sus enemigos y llevan a sus esposas a Electra o Aurrera para sacarles a plazos sus lavadoras, televisiones, estéreos de gran resonancia, que pierden un par de meses después cuando no pueden esconderse más de los cobratarios por no tener dinero para pagarles. Sin embargo, eso no les importa, cuando los sollozos de las mujeres dicen “no llores vieja, cuando regrese de viaje te voy a comprar un estéreo más chingón”( quise reproducir tal cual el lenguaje) y efectivamente lo hacen así, aunque de nueva cuenta les duren también unos cuantos meses.
Por eso la economía en progreso es básicamente muy buena a la llegada de los pescadores, y muy mala el resto, la economía se recupera hasta que los pescadores regresen de otro viaje para repetir el ritual. Es decir, es por eso que el mercado y las cantinas se encuentran repletos de gente durante la llegada de los pescadores, y los puestos de empeños después.
Por cada manzana podemos encontrar hasta dos cantinas por esquina, lo cual nos habla de la popularidad de éstas, así como de un claro problema de alcoholismo. Las cantinas son espacios de liberación, celebración, y las hacen a veces hasta de oficinas. Después de la misa dominical, las familias se dirigen al mercado a desayunar y comprar flores, que a la vez sirve de paseo. O por el contrario asisten a la misa de las ocho de la noche y al finalizar ésta, cruzan al parque principal donde cenan y juegan los niños.
No obstante un lugar de diversión para mi no existe en Progreso, más que las cantinas donde por las tardes los señores se reúnen a tomar “una” como la gente. Por ejemplo, no hay cines en Progreso y no por qué nunca a nadie se le haya ocurrido poner uno, sino porque la gente no está acostumbrada a ir. Y los que quieren ir al cine prefieren ir Mérida que no está muy lejos y es un mundo completamente diferente al de ellos. Es decir, se prefiere ir al cine de La Gran plaza, ya que rompen la cotidianidad, sirve de paseo, y ven caras nuevas aunque les cueste tres veces más caro, y coman huevo dos semanas seguidas.
Por otro lado tenemos las temporadas vacacionales de julio y agosto y semana santa. Como ya mencioné anteriormente, Progreso cambia dramáticamente durante esta época. Mérida prácticamente evacua por algunos días a Progreso; son las únicas épocas del año donde se escucha los silbatos de los policías y los cláxones de los carros por el atasco del tráfico. Algunos restaurantes, bares y discotecas se abren únicamente para dichas fechas.
Llegan a Progreso desde los meridanos adinerados que tienen casas a las orillas de las playas, hasta el meridano popular que va y regresa el mismo día. El sábado por la noche, los jóvenes de clases medias y altas van a “cielo” (como muchas otras discotecas meridanas que durante las vacaciones tienen sus sucursales a las afueras de Xubxulub), mientras que los de clases más bajas van a Scandor en el malecón. Los chicos y chicas que tienen sus casas o departamentos en el mar entre Progreso y Xubxulub van a las ferias de Xubxulub, mientras que la gente popular va a la feria grande del malecón.
No obstante, a las seis de la mañana del día siguiente, encontramos tanto a los chicos de clases acomodadas como a los populares, que al salir de las discos llegan al mercado a desayunar. Más tarde grandes familias caminan por el mercado, con gorras y mochilas, éstos pueden compartir la mesa con una familia de un estrato económico visiblemente más alto. Es decir, el mercado es un espacio donde conviven todas las clases, ya que las clases altas durante estas épocas es precisamente lo que buscan: lo popular en un ambiente más familiar. Económicamente esto significa un gran cambio, una familia completa atiende dentro del mercado el negocio familiar; pero es imposible atender a tanta gente, y no confundirse ante los pedidos de dos o tres familias que entre empujones y griteríos hacen sus pedidos.
Durante las vacaciones es más notorio ver más gente no únicamente meridana sino de todas partes de México y el mundo. Gente del DF, Toluca, Tamaulipas o el extranjero visitan las playas yucatecas. También es durante las vacaciones que viene de visita los progreseños que viven en los Estados Unidos, regresando a dicho país al terminar la temporada. Sin embargo, tenemos que reconocer que Progreso es un puerto cosmopolita donde no es precisamente necesario estar en vacaciones para encontrar a gente de todas partes del mundo. Tres veces por semana encontramos a turistas de cualquier parte del planeta caminando por el malecón y el mercado. A nivel nacional otro aspecto que contribuye a que Progreso sea un puerto conformado por gente de todas partes de México, son las bases instaladas de la Armada. La Armada está conformada por gente principalmente tabasqueña, norteña y veracruzana. Por ejemplo hay colonias, como Flamboyanes donde hay una mezcla de culturas, formar de hablar y pensar diferente de los yucatecos. Precisamente la diversidad cultural y la poca tolerancia ocasionan ciertas peleas entre éstos.
Sin embargo, los asentamientos de la Armada tienen una repercusión económica, ya que las esposas de los boludos van a comprar al mercado; la Armada misma se surte mediante el mercado. Por lo que hay fruterías que prácticamente su entrada principal no radica en la venta de productos a las personas que compran por kilos, sino en la armada que consumen cajas.
Me gustaría reflexionar sobre tres aspectos que están modificando la cultura popular que desde mi perspectiva tienden a desaparecer el mercado. El primer aspecto es que los jóvenes han perdido la costumbre de ir al mercado, es decir, lo tradicional se está perdiendo. Muchos en lugar de acompañar a la familia tradicional que va a comer al mercado (hablo en épocas no vacacionales) prefieren ir al Café la Habana o algún restaurante en Mérida.
El segundo factor se encuentra íntimamente relacionado con el anterior, que es la llegada de comercios como San Francisco y Aurrera. Las empresas grandes se están comiendo a las pequeñas y medianas empresas. Si bien es verdad que en dichos almacenes se encuentra de “todo”, desde mi perspectiva su éxito no es precisamente por ello, sino que tiene más que ver con la novedad y los nuevos imaginarios de los Progreseños. Con la idea que tienen las clases media bajas que piensan que comprar en grandes almacenes como Aurrera implica tener cierta clase social, aunque los productos sean de menor calidad y más caros. Lo cual atenta contra el mercado cuya supervivencia depende directamente de la gente popular que antes consumían en el mercado y ahora consumen en un Súper.
El tercer punto que me parece uno de los más importantes es la llegada de canadienses de la tercera edad, jubilados que compran sus casas en Progreso. Pues bien, sin pretender sonar xenofóbica, éstos han creado colonias donde únicamente hay canadienses, lo cual no sería un problema económico si consumieran lo popular. Pero por el contrario suelen ir al Súper a comprar abastecimiento para un mes, comprando en el mercado únicamente flores regateadas y tomando fotos para sus familiares. Esto significó un descenso económico para el mercado, ya que las casas donde ellos radican, antes vivían ya sea la gente tradicional que vivía en sus casas de puerto y consumían en el mercado; o gente que habitaba esas casas durante las temporadas de vacaciones, pero que dejaban económicamente aunque sea por un par de semanas un gran aporte económico.
Los canadienses tienen sectores casi privatizados con sus propios restaurantes canadienses donde los mexicanos no son tan welcome. Por tanto, la residencia de los extranjeros que continúan su vida canadiense en Yucatán sí significa un deterioro económico, por lo menos para las pequeñas empresas. Cada año son más extranjeros, en cuestión de cinco años han aumentado en número considerablemente, por lo que sería bueno reflexionar que dentro de un par de años seguramente el numero de canadienses residentes en Progreso serán multiplicados, y como afectan económica y culturalmente la implementación de éstos en la vida Progreso.
Observamos entonces que todos los cambios que se están dando en Progreso, se pueden observar en el mercado. Me interesa especialmente la valoración de éste porque el mercado es un espacio que por moderno que sea, siempre conserva lo tradicional. El lenguaje altisonante, las cumbias a todo volumen, la gente que circula por los pasillos, pescadores, meridanos, mujeres y niños son el resumen de la sociedad. El mercado lucha día a día contra las grandes empresas con las cuales es prácticamente imposible competir. Es importante esto ya que con la pérdida del mercado, no perdemos un simple lugar donde encontrar productos que consumimos durante nuestra vida diaria, sino perderíamos un catalogo de nuestra cultura que en San Francisco, Aurrera, Café Habana o cual quiero otro negocio parecido, sería difícil de recuperar.~Cossett

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