
Desde tiempos prehispánicos, la cultura maya que floreció en la costa yucateca estableció un complejo sistema económico que ayudó a forjar una sociedad cuya base fueron dos ramas del poder, la teocrática y la militar. Tal estructura se basaba en una economía mixta que aprovechaba los distintos micro-ambientes del territorio maya. En consecuencia, se aprovechaban los recursos marinolitorales a la vez que los terrestres. La ubicación geográfica (peninsular) que da paso a extensas costas, desempeñó un importante papel en consolidación del período clásico maya. Así, se desarrolló una economía heterogenea con base en la pesca, la caza, la recolección de sal y conchas, entre otras actividades.
En época colonial, Yucatán se consolidó como enclave fundamental para la Corona Española, toda vez que se estableció una red comercial con las colonias españolas de Cuba y Santo Domingo, por ejemplo. Este vínculo mercantil perduró aún después de la etapa colonial, una vez Yucatán se afianzó en el mercado henequenero que se exportaba a Europa, el contacto con las islas caribeñas se consolidó aún más, si cabe. Es así como el puerto de Progreso, dada su situación geográfica, se convirtió en el más importante de la península, a la vez que lugar clave en el intercambio económico con Europa, las islas caribeñas y Estados Unidos de América.

La historia económica de Progreso puede ser acotada en una serie de etapas. En primer término la que abarca las décadas finales del XIX y las primeras del siglo XX, escenario del momento de mayor esplendor de las exportaciones henequeneras. En segunda instancia, encontramos los años de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), así como la Segunda Guerra Mundial ( 1939-1145), momento en que la exportación se consolidaba como la principal fuente de ingresos estatales. Posteriormente, el puerto entra en una oscura etapa económica, como consecuencia de la caída de las exportaciones, que en la década de los cincuenta del pasado siglo conduce a Progreso a reestructurar su economía. Tras el declive de la plantación henequenera y la creación de nuevas rutas comerciales entre la costa peninsular y el interior del país, tales como la carretera nacional y el Ferrocarril del Sureste hacia la década del cincuenta del pasado siglo, la actividad pesquera se convierte en el salvavidas de la economía progreseña. Hasta entonces, la pesca en el litoral de Progreso no se había explotado a gran escala, dándole a esta actividad un carácter doméstico, con miras a cubrir el consumo local. Desde entonces, la pesca se consolida como una actividad económica principal para la zona, a la vez que se expande el mercado de ultramarinos hacia el interior de México y territorios extranjeros. Fruto de la eclosión de la actividad económica pesquera son la construcción del muelle de pescadores hacia 1958 y el puerto de Yucalpetén, cuya finalidad en origen fue brindarle refugio a las embarcaciones pesqueras de las embestidas climatológicas propias de la zona.

Hoy visito Progreso y mi interés es el estado de la actividad pesquera en el mismo. Converso con Lupe Torres, Gema Ortega y su esposo Eduardo Duarte, quien a su vez es el secretario de la Unión de Locatarios del nuevo mercado de Progreso. Tomo asiento en una esquina aledaña a la pescadería de estos últimos y mientras el trasiego comercial sigue su curso, Gema y Eduardo me ponen al tanto del comercio de ultramarinos en el mercado progreseño. Eduardo es parte de la tercera generación de pescaderos en su familia y desde la edad de siete años se dedica por completo a esta actividad. Él afirma que en Progreso si no hay pesca no hay dinero y eso se siente en todo, pero especialmente en toda actividad económica local. Además, la familia debe lidiar con las trabas que el ayuntamiento ha venido poniendo a los pequeños comerciantes tras la construcción del nuevo mercado, cuestión de un año y medio atrás, después de haber estado a la espera, en puestos improvisados a pie de calle por un lapso de casi tres años. El matrimonio me hace conocedor de que lejos de haber mejorado su situación tras el emplazamiento de su pescadería en el nuevo edificio, ésta ha empeorado. Tal coyuntura se debe escencialmente a los constantes desacuerdos con el ayuntamiento, a la vez que a una paulatina disminución en la clientela. La gente no puede aparcar, si no quiere ser multada -me comentan- esto hace que el cliente prefiera acudir a un mercado tipo "gran superficie" provisto de amplias zonas de aparcamiento. Aparte de esto, el matrimonio al igual que el resto de locatarios, debe hacer frente al pago mensual de la concesión por el local, el mantenimiento del recinto y los impuestos a hacienda. Tras la pregunta de si alguno de sus hijos tomará su relevo, para convertirse en la cuarta generación familiar que se dedica a esta actividad, me responde que lo duda, ya que si el comercio sigue en declive, ni a él mismo le agradaría ver a sus hijos formando parte de este gremio.
Camino por el puerto de pescadores, familias enteras pasan la tarde del sábado pescando para su propio consumo, conduzco mis pasos a una playa cercana, donde encuentro a una cuadrilla de pescadores artesanales, quienes amablemente me enseñan su campamento base, provisto de hamacas, galones de combustible y un refrigerador, además de las redes apropiadas para cada tipo de pesca. Marcos, campechano de nacimiento y jefe de la cuadrilla me invita a salir en su embarcación. Agradecido acepto su ofrecimiento y subimos en su pequeño barco
Emmanuel . Sabedor de su oficio, me explica los distintos tipos de pesca, la pesca rápida, la captura del pulpo y el marisco, a la vez que me enseña las redes apropadas. Me da cuenta de la época concreta del año en que se les permite o veda cada especie. También muestra cierto malestar ante la disminución en la pesca. Éste es un gremio que ha crecido mucho, "descontrolado", afirma mientras me explica que aparte de la veda estacional que pesa sobre toda especie, existe una restricción constante que prohibe la pesca de especies que corren peligro de extinción, como es el caracol blanco. A esto, me dice, hay que sumarle el daño que sufrió el ecosistema marino, producto entre otros factores de la pesca industrial que instauraron los pesqueros estadounidenses con su sistema de pesca "
long-line", que según él mermaron drásticamente el marisco en el litoral progreseño.

La técnica e infraestructura con que Marcos y el resto de pescadores, incluyendo al niño de nueve años que les acompaña hace una semana, es la misma que se describe en las Crónicas de Indias. Los españoles describieron la pesca en esta zona como una actividad compuesta de redes, chinchorros y canoas, llevada a cabo en grupos más o menos numerosos de pescadores . Ésta viene a ser la misma que puede encontrarse no sólo en el área mesoamericana, si no también en la pesca artesanal a lo largo y ancho del Caribe. Entiendo así, que la pesca artesanal además de ser una actividad económica que da sustento a un amplio sector de la población de Progreso al igual que en varias ciudades caaribeñas, es reflejo de una tradición que se remonta a tiempos prehispánicos, conocimiento transmitido de generación a generación. Quisiera pensar que la pesca artesanal subsistirá a pesar de los cambios que se operan en la economía y el ecosistema del litoral. Pero a su vez no dejo de cavilar en algo que Marcos me dijo: "a este paso sólo nos quedará la pesca de carnada para los pesqueros industriales, esto ya es otro tipo de pesca".
De regreso a la ciudad, me dirijo nuevamente al mercado. El ciclo se cierra con el consumo del pescado local. El amigo Nachito es uno de los tantos restaurantes que se emplazan en el nuevo mercado de Progreso. Conserva, al igual que muchos otros puestos de este mercado, el carácter de negocio familiar. La familia al completo trabaja en torno al restaurante y me explica la madre que compran el pescado directamente al grupo de pescadores de confianza y que además tienen más de un proveedor, ya que la merma en la pesca de uno, no puede poner en riesgo el negocio familiar. A pesar del panorama oscuro que he percibido en torno a la subsitencia de la pesca artesanal y la venta minorista de ultramarinos, me da cierta esperanza pensar que al igual que las familias, estos pequeños comerciantes perdurarán muy a pesar de los factores que ponen en riesgo sus negocios. Sin embargo, los hechos dejan una pregunta sin resolver, ¿subsistirán los pequeños comerciantes agrupados en torno a la actividad pesquera en Progreso, al igual que la sucesión de tales actividades a futuras generaciones si la situación económica y las políticas gubernamentales no toman otro rumbo?


Bibliografía:
Quezada Domínguez, Delfín y Frías, Romeo,
Puerto Progreso, Yucatán: Pasado y Presente, Mérida: Colegio Yucatense de Antropólogos, Ayuntamiento de Progreso, 2006. (ISBN-986-5480-75-3).
Mapa
Golphe du Mexique, cortesía del Instituto Nacional de Antropolología e Historia (INAH).
Fotografías del autor.
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