Thursday, February 11, 2010

La Muralla

Estoy parado sobre la muralla que divide todo lo que fue de lo que será,
Estoy parado viendo como aquellas viejas ilusiones pasando la muralla se hace realidad...
La Muralla Verde, Los Enanitos Verdes


Para el turista siempre campechanos.
Eslogan del Gobierno del Estado de Campeche






Tras un corto viaje de dos horas que partió de Mérida, la de Yucatán, con destino a Campeche, la ciudad-isla, necesariamente recorro el malecón de la ciudad en la Van que me llevará al hostal, de precio módico pero ubicación magistral, en donde pasare la noche a un costado de la Plaza Central y la Catedral.
Propiamente al entrar en la ciudad un delicado y cuidadoso paisaje me acompaña por ambos lados. De un lado, un dinámico juego de andadores, paradores turísticos, palmeras y bancas con estilo sesenteros me ofrecen una mirada panoramica del Golfo de México, del otro lado, una ciudad particularmente colorida, casi completamente restaurada y férreamente construida sobre su orgullo colonial se abre al pasar por "La puerta del Mar", la entrada principal de la que fue la ciudad amurallada.

No niego que hasta ahora todo vasta para llenarse los ojos como turista: imponentes edificios iluminados en colores cuidadosamente alternados y un mar que, aunque contaminado por la cercanía de la petrolera, también fue declarado Patriminio Cultural de la Humanidad por la UNESCO en 1999.
Todos estos aspectos te deslumbran llevándote al lado exótico. Mirar los restos de lo que fue la Muralla es minarse de ese orgullo que emanan los campechanos por haber sobrevivido a la piratería.
No importa que mi niñez como yucateca compartiera rasgos similares con este espacio, me siento ajena, distante, me siento turista escondida tras una camara fotográfica con pretensiones sociales. No soy Campechana, eso ha quedado muy bien delimitado; no pertenezco a la Ciudad-Isla que formo la Muralla. He llegado por mar no importa que haya recorrido 174 km de carretera. He cruzada la frontera de sus muros. La he atravesado hasta salir por "La Puerta de Tierra" a otro espacio a donde llego a casa, al Barrio de Santa Ana, al igual que en Mérida, y al Mercado Público Pedro Sainz de Barranda.
La ciudad colonial amurallada no solo creó un espacio de resguardo contra inminentes piratas, también encerró a la gente limitando los puntos de contacto humano a relaciones militares y/o comerciales que establecieron oligarquías y resguardaron la riqueza de fugas innecesarias.
Una pugan identitaria reflejada en chistes denigrantes en un humor negro picante entre Campeche y Yucatán establecen la superioridad de unos con respecto a los otros, representando a los campechanos no precisamente como estúpidos pero sí como personajes no muy diestros en las artes de la lógica.

¿Cúantos campechanos se necesitan para cambiar un foco? 20, uno lo sostiene y 19 le dan vuelta a la casa.
Dominio Popular Yucateco.

Como solía ocurrir en la estructura urbana colonial los españoles edificaron suntuosas estructuras arquitectónicas alrededor de la Plaza Central a la que se le sumo el actual Barrio de San Roman, este fue el espacio insular que quedo contenido y protegido por la muralla. Desarrollado en circulos concentricos alrededor de los españoles, los indigenas se acentaron quedando fuera de la muralla al igual que los negros en los actuales Barrios de San Francisco y de Guadalupe, del otro lado la población negra se acento en los actuales Barrios de Santa Ana y Santa Lucía.
En Campeche la gente, con ansias de preservar ese "no pasa nada" y la sensación de salvedad que proporciona la muralla, desarrolló estrategias sociales que la desvinculaba por completo del resto de los habitantes de la Península de Yucatán. Aquí no importa el pasado indígena o negro en común ese quedo fuera del muro, ese anda en el mercado y sobrevive en el Barrio con depensas regaladas por partidos políticos con tendecias populistas.
Al igual que en Campeche; un sistema de Ciudades-puerto amuralladas se proyectó y construyó desde Florida hasta Colombia para responder a la amenaza pirata. Yo entiendo este espacio de Ciudades-Islas como un Caribe Fortificado, es decir, como una nueva geografía de islas que no necesariamente flotan en el Archipiélago de las Antillas pero que si guardan una discreta relación con tierra firme. El orgullo campechano sobre las redes de asociación interciudadanas que contuvieron las riquezas históricas, arquitectónicas y monetarias en un pequeño espacio amurallado, esta dinamica convirtió a sus antiguos vecinos pre-coloniales en otredades coloniales que, al igual que los piratas, llegan todos los dias por mar.



Saturday, February 6, 2010

No Claxon

Aparentemente en Campeche todas las personas son Campechanos, pero en realidad el hombre con pelo rubio y una camera es un extranjero. Campeche es “El Lugar del Sol Sonido”, es el lugar del Sol antes de 19:00 y es un Espectáculo de Luz y Sonido todos los noches a las 21:00 por $25.00, simplemente, no claxon, esto es la única regla.

La ciudad está llena con los edificios muy antiguos y los monumentos a las personas quien han vivido 400 años pasado. Ellos no tienen monumentos que similar de estos en Mérida con los Montejos y los conquistadores arriba de los Maya, pero San Francisco de Campeche tiene monumentos de los Monjes franciscanos quien salvó las almas de los nativos.


Simplemente ten cuidado cuando tú estás en las calles cerca del mar, porque si tú no ten cuidado, tú puedes tener una conversación con los pescadores quien saben tú no eres un Campechano. Ellos pueden hablar sobre de las cosas de los turistas, dónde está la playa, dónde están las mujeres, dónde están los discotecas, y dónde está los indios con los tocados son. Si tú piensas tú eres un Campechano, los pescadores simplemente pueden dicen dónde está el bar para las cervezas. Una cosa tú no necesitas tener cuidado con es la puesta del sol, es un ver que es maravilloso.


Mi experiencia en Campeche fue una buena experiencia. Yo estaba con mis amigos y buenas personas quien me enseñaron cosas de la ciudad que yo no me habría descubierto solo, pero cuando yo estoy cerca de la mar yo no puedo tener un mal tiempo

Thursday, February 4, 2010

Campeche: Una ventana al pasado

Conceptualizar el Caribe de manera geográfica no es tarea fácil. Pero es aún más difícil intentar clasificarlo a partir de su gente. No obstante, gracias a una serie de redes publicitarias, se ha identificado el Caribe con la música “pegajosa”, las temperaturas cálidas y el mar. A pesar de esto, el contexto histórico y definitivamente contemporáneo de ciertas clases, está muy lejos de la imagen paradisíaca de las agencias de viaje.

En los países caribeños podemos encontrar problemáticas que enmarcan un contexto político y económico a partir de posturas raciales muy claramente delineadas. Dichas problemáticas las podemos tomar como tópicos repetidos por todo el Caribe. Para intentar ejemplificarlo tomaremos el estado de Campeche, situado en la península yucateca, al suroeste de Yucatán.

Campeche es un estado rodeado de “belleza colonial” el atractivo turístico de hoy en día, no fue más que centros comerciales y viviendas de gente adinerada, mayormente extranjera. Por ejemplo, toda la zona de zapaterías y comercios, que se encuentran enfrente de la plaza principal, en los años 50’s formaba parte de de uno de los más grandes comercio de Campeche llamado “El puerto de Cantón” , lo más parecido a los centros comerciales que conocemos hoy día, que más bien era un gran almacén de todo tipo de productos.

“El puerto de Cantón” era de José Ham, mejor conocido como “el chino Ham”, “la tienda del chino”, como le llamaban la gente del pueblo, vendía las mejores telas del estado. Las épocas de mayor venta era cuando en los pueblos y comisarías circunvecinas celebraban al santo del pueblo. Telas, voladores, sombreros y zapatos , eran consumidos por el pueblo para la gran fiesta., ya que para estas regiones caribeñas los patrones son muy importantes, sin embargo, los campechanos también aprovechaban su visita para comprar sogas de henequén, cubos, balas (para la cacería), machetes y uno que otros trompos y tira hules para los niños.


A las cinco de las mañana, “la tienda del chino” abría sus puertas de par en par, para los pescadores que se abastecían de barras, cocotasos, mantequilla de carreta y chocolate hecho a mano para el desayuno, antes de salir al mar en sus barquitos con velas de viento, en busca de camarón y jaiba ( muy dado en esa zona).

Podemos encontrar estas historias que nos hablan de la hibridez racial en Campeche como la podríamos encontrar en cualquiera otra sociedad caribeña. Es impresionante como la esencia comercial y cultural puede cambiar dramáticamente en 20 años, y aun con los cambios visibles, en la esencia del pueblo se conservan algunas bases estructuralistas de carácter colonial. Hoy día, en contradicción con el pasado, la pesca del camarón, y la jaiba azul es muy escasa, por lo que, muchos pescadores han abandonado la peca ribereña para buscar nuevas alternativas de trabajo en la ciudad. Es por eso que, caminando por la plaza principal camino a la iglesia, encontramos a los desempleados sentados en el parque desde las seis de la mañana en espera de una entrevista con el gobernador, y a Ena Maria ( la nuera del chino) paseándose por la plaza principal, a los ochenta años para alimentar a las palomas, imaginando “ El puerto de Cantón” con sus hijos jugando en la tienda, y su suegro sentado en el balcón del segundo piso, vista a la plaza principal, con un puro en mano…

Geografías del Imaginario Caribeño

Un anciano ciego recrea un valenato con una armónica y un pequeño tambor que marca el compás de la melodía. La música se camufla entre el sonido seco de las fichas de una partida de dominó y la conversación casi a gritos de un par de hombres, de extemo a extremo, en una de las mesas contiguas a la mía en la taberna. La memoria posee sus propios mecanismos, está aún por desvelarse el porqué muchos de nuestos recuerdos, en ocasiones nos asaltan intempestivamente. En la música de aquel hombre, casi caprichosamente se desvelaba un nuevo matiz. Concretamente en la instrumentación, ya que recordé que era la misma que se fraguó tiempo atrás en el Delta del Mississippi, salvo que el instrumento de viento en esta última es una rústica flauta de madera. Se dice que esta música sureña es la semilla de blues y que el hecho de que el blues en sus inicios careciese de percusión, se debe primordialmente al vestigio de una prohibición de los amos blancos en la plantación usoniana. Se trata de la proscripción que operaba sobre los esclavos en el uso del tambor. Aún así, esta música pervivió en el ambiente más íntimo y aún hoy por hoy se pueden encontrar algunos intérpretes. Tanto el blues como el vallenato, al igual que la música de tambor del sur estadounidense poseen un marcado acento africano, de esto no cabe duda alguna, pero ¿qué tipo de movimientos en el tiempo y la geografía hacen que un anciano de rasgos amerindios incorpore en su repertorio la estructura instrumental del blues más primitivo para revivir la música vallenata?

Lejos de indagar en la complejidad de factores económicos, políticos, sociales y culturales que comparte esta ciudad mexicana con otras ciudades del Caribe, hallé una cuestión de fondo: ¿Dónde empieza y dónde termina este territorio que conocemos como Caribe y que hace que una ciudad o nación sea caribeña?


La estética caribeña es una complejísima red de relaciones que indaga en las estructuras más profundas de la cultura que las origina. En el Caribe el arte, la lengua y la música viajan de un extremo a otro del Atlántico y dibujan un constante movimiento que tampoco se detiene en esta zona. Algunas manifestaciones partieron de Senegal, otras de Sevilla, Cadiz, Liverpool o Amsterdam para confluir en estas tierras, tomar forma y posteriormente seguir su periplo hacia otras latitudes. Por su naturaleza nómada y mudable, que es la misma del hombre caribeño, su arte y folclor se afianzan como realidades que le pertenecen, ya que no son suceptibles de manipulación por parte de una élite económica o racial, en aras de perpetuar un sistema que arraigue sus privilegios. Su flujo y constantes transformaciones lo impiden. A pesar de que el arte nos ha mostrado la versatilida del hombre y la geografía del Caribe, un habitante de Kingston o Cartagena de Indias no puede moverse libremente por este territorio, lo cual deja muchas custiones sin resolver.

Ante la nueva situación sociopolítica que atraviesan América Latina y el resto del mundo, es preciso dejar de pensar el Caribe como se ha venido haciendo. Esto es, en términos raciales, lingüísticos y nacionales que vinen a respaldar una cartografía más imaginaria que real. Si algo ha mostrado el arte a lo largo del devenir de la humanidad, es su capacidad de indagar allí donde muchos no son capaces de aproximarse y ni si quiera de vislumbrar una tenue figura. Llegará el día en que no resulte relevante preguntarse si Campeche es o no parte del Caribe. Estas cuestiones no resolverán los problemas reales que atraviesan ésta ni ninguna de las zonas bañadas por el Atlántico. En consecuencia, es apremiante replantear conceptos como Estado y Nación en el área caribeña, dando al ciudadano la posibilidad de que al igual que el arte pueda viajar libremente a lo largo y ancho de esta geografía. Que el ser colombiano, venezolano o cubano no sea nunca más un impedimento para empaparse de la cultura de Puerto Rico o del Delta del Mississippi, de Gabón, el Congo o del neuyorquino Harlem. Para hacer de lo que en principio es una intuición una realidad, hay que partir del hecho de que los límites cartográficos del Caribe llegan hasta las fronteras mismas del imaginario caribeño. Las fronteras del Caribe van mucho más allá de cualquier acotación exclusiva o categorizante y como resultado, deben englobar todas y cada una de las zonas que han dado vida a la estética y el imaginario caribeños.

De contrabando en Campeche...


Como en una “Guagua Aérea” que viaja de un puerto a otro, desplazándose entre las fronteras de submundos imaginarios, negociando con identidades y contrabandeando esperanzas, íbamos rayando la al cual nos dirigíamos, petróleo que regresaba al país natal, petróleo negro olvidado, vendido, pirateado, contrabandeado por las rutas del orgullo nacional, la gran mayoría de las plataformas petroleras de la hypermacroultranacionalísima PEMEX se encuentran en el litoral campechano. Llegar a este mundo bañado por el Golfo de México y por el Canal de Yucatán, es sumergirse en un lugar privilegiado por la historia, la cual se ha venido reconstruyendo y desplazado al ritmo de los presupuestos, y lo que al final la ha llevado a convertirse en Patrimonio Nacional y Patrimonio Simbólico Universal. Estos presupuestos que abrazan al turista al son de “Para los turistas siempre campechanos” son el primer contacto diferencial con otras ciudades de esta casi ínsula caribeña de México. Pensar al Caribe mexicano es pensar en un imaginario heterogéneo y diverso en el cual se puede mapear al territorio más que nada por sus sistemas de relaciones. Campeche se alza orgulloso de su historia colonial la cual es el nexo fundacional con la historia y geografía caribeña. Dentro del Baluarte de San Carlos se presume una lámina que titulándose “Historia de las ciudades amuralladas del Caribe” despliega un mapa que abarca desde lo que hoy conocemos como Puerto Rico, hasta el puerto de Veracruz, viendo a la Península de Yucatán como una casi isla, la cual solo presenta nexos con la gran masa continental con un diminuto puente terrestre al sur de Campeche.


En esta ciudad amurallada, o casi amurallada, o desamurallada, que solo conserva los baluartes y las puertas de mar y tierra se puede percibir la fuerza política del binomio PRI/PAN (Partidos políticos de mayor influencia en el país). Estas dos fuerzas políticas han establecido un plan de “desarrollo” en dos vías principales: el petróleo y el turismo; las cuales ayudadas por la influencia política monumental de la Iglesia Católica mueven no solo el futuro de este país, sino también el pasado. Estas estrategias se perciben desde que uno entra a Campeche, con o sin una Van Blanca. La infraestructura local se ve notablemente favorecida en las áreas en las que residen los poderes socio/económicos principales. La entrada a la ciudad por el Malecón bellamente adornado y monumentalizado, siguiendo hasta encontrarse de frente con la Puerta de Mar en la que la simbología patria se encuentra resaltada por el reloj del Bi/Centenario, entrar a la ciudad “amurallada” y encontrar los edificios coloniales decorados con bellos colores, recorrer las calles empedradas, ver la catedral y el parque central, los baluartes que se alzan imponentes en los que residen museos y colecciones en los que se guarda la HISTORIA, la intocable, la “auténtica”.


De este viaje la historia misma se ha visto amurallada, encerrada en un convenio celebrado en el "hipermoderno" palacio legislativo envestido de luces psicodélicas y en el centro de convenciones forrado de cristales y plafones. El saqueo realizado por estos bucaneros modernos, se puede comparar a los del Pirata Morgan o Lorenzo. En Campeche y en otros lugares de este Caribe, nuestro Caribe, la piratería sigue viva y se sigue representando en el contrabando negligente de potencias políticas que trafican con ella, la historia se trafica como el petróleo, objetos simbólicos que nos han hecho pensar que dentro de estas murallas todo estuvo, está y estará bien… ¿O no?



*Foto 1 (Mapa turístico de Campeche) de: http://www.campeche.com
Foto 2 (Vista aérea del Malecón de Campeche) de: http://www.paginasprodigy.com.mx/fuertecampeche/Campeche%20Puerto.jpg
Foto 3 (Incendio de plataforma) de: Anónimo

ESTAMPAS POPULARES DE UNA CIUDAD AMURALLADA





Aún cuando guarde una semejanza a la ciudad de Mérida, en este viaje por Campeche se fue disipando poco a poco esta concepción con respecto a esta zona. Ya de entrada tenemos a una ciudad que está situada de frente al mar, con un malecón que recorre casi en su totalidad la playa de Campeche, desde la entrada hasta llegar al centro histórico que, aunque oculto por la “modernidad”, puede apreciarse con toda la historia que le precede.

El hecho de que esta ciudad esté situada en una zona costera la convierte en un punto profundamente atractivo para visitar. A pesar de poseer una arquitectura colonial bastante atractiva, los habitantes de Campeche poseen también un ritmo de vida que se caracteriza por conservar tradiciones que van de generación en generación. Pongo de ejemplo al zócalo de la ciudad –que fue visitado la noche del sábado- en el cual es común observar a numerosas familias, saboreando algún platillo en alguno de los puestos de comida, disfrutando música de trova, y lo que particularmente llamó mi atención fue la tradicional lotería, fue interesante ver la cantidad de personas reunidas en extensas mesas en las que las personas se sientan a jugar, en donde además de disfrutar de un entretenimiento familiar, podemos ver el ingenio de la tradición oral, ya que al cantar las fichas se recurre a un determinado verso para anunciar la imagen y el número. Todo en un ambiente festivo y fraternal, puede apreciarse el carácter humano de los campechanos.


En el mercado municipal –otro de los sitios visitados- se observó la asistencia de la gente ya sea para comprar o para desayunar en algunas de las loncherías. Observé que en estos lugares los vendedores no sólo laboran personas oriundas del estado, sino que en muchos establecimientos se ofrecen productos y alimentos de otros estados de México. Entonces vemos puestos de comida del centro y norte del país. Existe una convivencia de costumbres y tradiciones de otros estados, que vienen a integrarse con las costumbres típicas de Campeche. De este modo se van dando cambios en sus alimentos, juegos e incluso en la economía local, ya que muchos comerciantes llegaron a Campeche para establecerse debido a su posición como ciudad turística.

De este modo se percibe el verdadero Campeche, en su esencia, en su gente: no sólo los habitantes de la ciudad, sino también aquellos que establecen su residencia en la zona, o los mismos turistas que visitan Campeche y que son recibidos con calidez, gustosos de tener entre los suyos a gente de otros lugares, enriqueciendo de este modo el elemento poblacional.

Un viaje bastante agradable en el que pude observar que ante aquella mezcla de elementos culturales como cocina, algo de música, fiesta pueden ser considerados dentro de un elemento común la cercanía geográfica (y se podría decir que cultural) con otras zonas del espacio Caribe, en mutuo contacto.

The Caribbean Movil: run run a Campeche







Éramos ocho individuos, todos diferentes, subiéndonos a una Split para ir en busca de lo que cada quien pensaba como Caribe, sin darnos cuenta que ahí mismo, en ese espacio en el que nos envolvía el auto, éramos un pequeño Caribe en movimiento...




...nuestra búsqueda caribeña estaba en la ciudad de Campeche, una ciudad amurallada que mucho tiempo fue objeto de ataques piratas...


...creía que me encontraría con una ciudad como la mía, cuyo mar estaría a una hora aproximadamente...grande fue mi sorpresa al ver el malecón conteniendo el agua y el hotel a tres o cuatro calles...Grandes y modernos edificios contrastan con los restos de muralla, y los autos se apoderan de las estrechas calles que no fueron diseñadas para ellos...


...Después de visitar los fuertes en la ciudad, nos volvimos a subir al pequeño Caribbean móvil para dirigirnos a Lerma, localidad pesquera a unos kilómetros de la capital... ahí observamos una playa sin arena, cuya agua verde golpeaba las rocas junto a un restaurante de mariscos. No, definitivamente no, Lerma no es la playa exótica que se espera que sean las playas caribeñas; no tiene arena, ni palmeras...Josh fue abordado por gente de la localidad, uno bastante ebrio le hablaba como si nuestro compañero no pudiera entender español, fue suficiente su aspecto para emitir tal juicio. "Yo soy indio, bienvenido" le decía en voz alta...


..."Ya cayó, esta palomita ya cayó" se escuchaba la música en el pequeño restaurante de mariscos... ¿eso era el Caribe: el mar, la cerveza y el ceviche?...anotaba en el diario de campo un conflictivo "no lo sé"...

...vimos la puesta de sol y aplaudimos, tal cual como el maestro nos dijo que se hacía en otro lugar del Caribe. Y aplaudimos felices porque queríamos ser Caribe, porque de alguna forma lo somos y podemos romper las reglas, pararnos y aplaudir fuerte, dignos y orgullosos...