Éramos ocho individuos, todos diferentes, subiéndonos a una Split para ir en busca de lo que cada quien pensaba como Caribe, sin darnos cuenta que ahí mismo, en ese espacio en el que nos envolvía el auto, éramos un pequeño Caribe en movimiento...
...nuestra búsqueda caribeña estaba en la ciudad de Campeche, una ciudad amurallada que mucho tiempo fue objeto de ataques piratas...
...creía que me encontraría con una ciudad como la mía, cuyo mar estaría a una hora aproximadamente...grande fue mi sorpresa al ver el malecón conteniendo el agua y el hotel a tres o cuatro calles...Grandes y modernos edificios contrastan con los restos de muralla, y los autos se apoderan de las estrechas calles que no fueron diseñadas para ellos...
...Después de visitar los fuertes en la ciudad, nos volvimos a subir al pequeño Caribbean móvil para dirigirnos a Lerma, localidad pesquera a unos kilómetros de la capital... ahí observamos una playa sin arena, cuya agua verde golpeaba las rocas junto a un restaurante de mariscos. No, definitivamente no, Lerma no es la playa exótica que se espera que sean las playas caribeñas; no tiene arena, ni palmeras...Josh fue abordado por gente de la localidad, uno bastante ebrio le hablaba como si nuestro compañero no pudiera entender español, fue suficiente su aspecto para emitir tal juicio. "Yo soy indio, bienvenido" le decía en voz alta...
..."Ya cayó, esta palomita ya cayó" se escuchaba la música en el pequeño restaurante de mariscos... ¿eso era el Caribe: el mar, la cerveza y el ceviche?...anotaba en el diario de campo un conflictivo "no lo sé"...
...vimos la puesta de sol y aplaudimos, tal cual como el maestro nos dijo que se hacía en otro lugar del Caribe. Y aplaudimos felices porque queríamos ser Caribe, porque de alguna forma lo somos y podemos romper las reglas, pararnos y aplaudir fuerte, dignos y orgullosos...
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